Eleuteria

Las derechas españolas

O la derecha centralista se replantea su marco de relaciones con las derechas periféricas, o concurrirá indefinidamente a las elecciones con ambas manos atadas a la espalda

La derecha española tiene un problema y es que el electorado de derechas dentro de esa plural comunidad que es España posee proyectos de organización territorial antagónicos. A la postre, y por mucho que Sánchez haya proclamado vencedor de las elecciones al bloque de izquierdas, quien realmente ha ganado los comicios es el bloque de derechas: PP (136 diputados), Vox (33), UPN (1), Coalición Canaria (1), PNV (5) y Junts per Catalunya (7). En total, 183 diputados de 350. En cualquier otro Estado, estas diversas derechas se sentarían a negociar y probablemente a repartirse el gobierno: pero en España, las derechas centralistas odian a las derechas periféricas y viceversa. Vox veta al PNV y el PNV veta a Vox, no digamos ya a Junts per Catalunya. La situación no sería dramática para la derecha si este fenómeno se reprodujera simétricamente en la izquierda: si la izquierda fuera centralizadora y no pudiera siquiera conversar con la izquierda periférica, entonces el bloque de la izquierda en el Congreso se vería reducido a PSOE (122) y Sumar (31), quedando consecuentemente fuera ERC (7), Bildu (6) y BNG (1). Pero no: lo que supone un obstáculo insalvable para la derecha, no lo es para la izquierda, quien incluso aspira a fagocitar apoyos del bloque de la derecha, a saber, PNV y Junts. O dicho de otro modo, lo que resulta inconcebible dentro de la derecha (que PP y Vox pacten con las derechas periféricas), no solo resulta del todo concebible en el bloque de la izquierda (que PSOE y Sumar pacten con los izquierdas periféricas), sino que incluso se acepta que la izquierda pacte con las mismas derechas periféricas que han sido repudiadas por las derechas centralistas. Se entenderá, pues, por qué PP y Vox no pueden gobernar en España salvo que logren una supermayoría: porque parte del electorado español «de derechas» termina integrando el apoyo parlamentario a la izquierda. Es verdad que esta desventaja se ha visto históricamente compensada por el sistema electoral español, que tiende a sobrerrepresentar a los dos principales partidos nacionales. Pero habiéndose dividido el voto dentro del bloque de la derecha entre PP y Vox, ese factor de compensación ya no existe, de modo que la victoria, si bien no es imposible (en esta ocasión, no se ha quedado tan lejos de lograrla), se antoja muchísimo más complicada que para la izquierda. En suma, o la derecha centralista se replantea su marco de relaciones con las derechas periféricas, o concurrirá indefinidamente a las elecciones con ambas manos atadas a la espalda.