Barómetro del CIS

El efecto del «caballo ganador»

El problema que ha planteado el CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) desde que se puso al frente el socialista –y miembro de la ejecutiva del PSOE hasta que dimitió ante las dudas sobre su imparcialidad– José Félix Tezanos es que dicho organismo público dejaba de ser la referencia demoscópica a la que todos los especialistas recurrían, gobernase quien gobernase. La sospecha es que se acabase convirtiendo en un departamento al servicio del Gobierno, de su presidente y de su partido. El motivo fue muy sencillo, el CIS rebajó su función y actuaba como una empresa encuestadora más –aunque de alto presupuesto–, renunciando a emplear las técnicas que permiten corregir los datos en bruto y hacer prospectivas, que es lo que se exige a cualquier sondeo electoral. Lo que tan despectivamente Tezanos llamaba «cocina» y que dejó perplejos a sus colegas sociólogos. La novedad tras su nombramiento fue que los sondeos se iban a presentar en crudo, dando a entender que así son más justos –el encuestado dice qué votará, aunque mienta–, cuando es precisamente lo contrario. Por ejemplo, si el barómetro previo a las elecciones generales de 2016 se hubiera presentado sin «cocina» (recuerdo de voto, simpatía, fidelidad...), el resultado hubiese sido que Podemos hubiese ganado las elecciones con el 28% de los votos, cuando obtuvo el 21% y quedó tercero. Sin embargo, en el barómetro que hoy ha dado a conocer sobre los comicios del próximo 28 de abril ha vuelto a cambiar la metodología. Ahora sí hay «cocina», basada en el recuerdo de voto y el oculto. Lo más destacable en la encuesta de ayer –además de anunciarse como «macrobarómetro» con 16.460 muestras personales a domicilio– es la victoria del PSOE con un 30,2%, frente al 17,2% que obtendría el PP, lo que supone casi el doble en votantes y escaños. Esto quiere decir que respecto al barómetro sin cocina de febrero, los socialistas pierden 3,1 puntos y los populares recuperan 0,5 pese a vaticinar su hundimiento; si a estos datos se añade que Vox sube 6 puntos, el mensaje está claro: el electorado socialista debe estar movilizado para ampliar su diferencia y frenar el paso al bloque de la derecha. A pesar del esfuerzo de realizar una muestra tan amplia en todas las comunidades y capitales de provincia, la validez de los resultados queda sujeta al hecho de que el 41,6% de los consultados no ha decidido aún su voto, de ahí que no se pueda hacer un reparto en el Congreso, como el propio CIS reconoce, y que en número de escaños se abra una horquilla de hasta quince diputados, algo insólito, como ocurre con el PSOE, o diez con el PP, lo que modifica las mayorías. Por ejemplo, tomando el máximo número de diputados, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias conseguirían la mayoría absoluta con 179 escaños. Aunque la participación con el 76,3% sería alta, las dudas del votante impiden una prospectiva aproximada. Indecisión que, por otra parte, llega al 36% de los encuestados cuando se trata de elegir un bloque o un partido. Un último dato a tener en cuenta es que los encuestados que tienen más dudas sobre a qué partido votar son PSOE (29,9), Ciudadanos (24,3), PP (21,6), Unidas Podemos (11,7) y Vox (5,3). En definitiva, cuando el barómetro del CIS dedica más de veinte páginas a explicar su metología y acaba admitiendo que «no es en absoluto un modelo de pronóstico de los resultados de las elecciones», habrá que admitir que en este barómetro ha primado más la llamada a «caballo ganador», siempre atractivo por el votante indeciso de centro. En lo que se refiere a la conformación de posibles alianzas de gobierno, la que contaría con una mayoría más amplia es la PSOE y Cs, que alcanzaría 189 escaños. Como el propio CIS admite, en el contexto político actual, y dada la importancia que están adquiriendo las campañas electorales, «no es realista la realización de ejercicios de prospectiva electoral».