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El Gobierno de los globos-sonda

La asunción por parte del Gobierno de Pedro Sánchez de sus dificultades objetivas para agotar la legislatura, que, hasta hace unas fechas, era el objetivo político declarado, no deja de ser una buena noticia por cuanto supone abandonar ese voluntarismo narcisista que caracterizó la llegada a La Moncloa del nuevo equipo gubernamental y devuelve la gestión pública al plano de la realidad. Hecho este planteamiento, y dada la querencia por los globos-sonda del Gabinete socialista, hemos de admitir nuestro escepticismo ante cualquier anuncio por parte de los portavoces del PSOE de un adelanto electoral en el convencimiento de que se trata de un mero tacticismo destinado a asustar a sus socios de censura, especialmente a los separatistas catalanes, para que se avengan a negociar los Presupuestos del Estado, desde la presunción de que una convocatoria prematura a las urnas no sólo exacerbaría el enfrentamiento entre las dos principales formaciones nacionalistas, sino que alimentaría el miedo a un crecimiento del partido naranja y sus propuestas recentralizadoras.

Es evidente, además, que los análisis demoscópicos que maneja el Gobierno, más allá de la «cocina» del CIS, no garantizan un cambio sensible en la tendencia del voto socialista, que apenas vivió un mes el espejismo del efecto Moncloa, como demuestra la mayoría de los sondeos de las elecciones autonómicas andaluzas, en los que el PSOE, aunque mantenga sus previsiones de victoria, sigue perdiendo apoyos, sin beneficiarse del supuesto bonus que significa detentar el Gobierno de la nación. Así, entre la convicción de la ministra de Educación y portavoz del Ejecutivo, Isabel Celaá, de que la primera obligación del Gabinete es permanecer y la especulación del ministro de Fomento y secretario de Organización del PSOE, José Luis Ábalos, sobre el adelanto electoral convendría a los adversarios políticos quedarse con la primera opción.

Ni siquiera el rechazo inapelable en el Congreso a las cuentas del Gobierno parece elemento suficiente para un cambio de opinión, dada la intención declarada de gobernar a base de decretos, que sí tendrían más fácil respaldo parlamentario, sobre todo si se presentan uno a uno, de sus socios de censura. Por supuesto, la reacción de los partidos políticos a las declaraciones de Ábalos y del propio Sánchez a cuenta del «superdomingo electoral», ocurrencia donde las haya, ha sido la que cabría esperar de un político profesional y todos han afirmado que están perfectamente preparados y dispuestos para el reto de las urnas, sea cual sea la fecha elegida.

Sin embargo, los ciudadanos, que carecen de ese automatismo, se encuentran ciertamente desconcertados ante la catarata de anuncios, rectificaciones, cambios de objetivos y falta de concreción que viene caracterizando la obra de gobierno del actual Ejecutivo socialista, que, un día, se proyecta a décadas vistas y, otro, da la sensación de no poder acabar el año. Esta inseguridad sobre el más inmediato futuro político no deja de producir efectos indeseables en el cuerpo social, especialmente entre quienes necesitan desarrollar sus proyectos económicos en un escenario de mínima certeza.

Como ya hemos señalado anteriormente, la mejor opción para la defensa de los intereses generales pasa por la convocatoria a las urnas que es, además, lo que prometió Pedro Sánchez cuando presentó la moción de censura. Pero de no ser así, el mínimo respeto a los ciudadanos exige que el Gobierno se deje de especulaciones tacticistas que sólo provocan inestabilidad y desconfianza.