Barcelona

El peligro real del yihadismo

Que el yihadismo se ha convertido en el mayor peligro para la seguridad de los países occidentales es ya una evidencia demostrada desde los atentados de Estados Unidos del 11-S (2001), los de Madrid del 11-M (2004) y los de Londres (2005). El riesgo se ha multiplicado por la amenaza de las últimas organizaciones terroristas que operan ahora en Irak y, sobre todo, en Siria y las conexiones de muchos de los combatientes de la cruel milicia del Estado Islámico (EI) con Estados Unidos y algunos países europeos, España entre ellos. Cualquier acontecimiento social multitudinario y de proyección internacional es el medio idóneo para este terrorismo indiscriminado y con objetivos destructivos que no atienden a la condición o edad de las potenciales víctimas. De ahí que España haya reforzado la colaboración con Estados Unidos, Francia y Egipto durante el Campeonato del Mundo de Baloncesto que se celebra, entre otras sedes, en Granada. La constatación por parte de los servicios antiterroristas de que yihadistas españoles se habían enrolado en las filas del EI y el hecho de que habían sido detectados en Siria ha disparado todas las alarmas, además de que nuestro país se haya convertido en una plataforma de reclutamiento de estos grupos con bases en Ceuta y Melilla, pero también en Madrid y Barcelona. El terrorismo islamista, a pesar de ser un fenómeno relativamente reciente, si se considera a Al Qaeda como la primera organización del yihadismo global, tiene métodos de funcionamiento tan sofisticados como primitivos que están obligando a forzar las legislaciones fronterizas de los países occidentales. Reino Unido, que ha detectado que al menos 500 ciudadanos británicos han viajado a Siria para luchar al lado del EI, teme ahora el regreso de muchos de ellos. Según fuentes antiterroristas españolas, estos yihadistas regresan como «falsos arrepentidos» dispuestos a atentar en sus países de origen. El primer ministro británico, David Cameron, anunció ayer el endurecimiento de los controles, elevándose en este país el nivel de alerta por terrorismo hasta el segundo más alto debido al riesgo evidente de atentados. La crueldad empleada por los milicianos del EI, con decapitaciones de prisioneros –el periodista James Foley entre ellos–, ejecuciones masivas y otras terribles prácticas está demostrando que se trata de un enemigo cuya violencia no tiene límites y que está dispuesto a ejercerla allí donde le dejen y, por supuesto, Europa está entre sus objetivos. Estos grupos quieren someter a sangre y fuego a las sociedades democráticas, incluso cuando ellos viven en ellas y disfrutan de la misma libertad. De ahí la necesidad de disponer de una política antiterrorista frente al yihadismo y de desarrollar medidas de cooperación con países de nuestro entorno.