Premios Princesa de Asturias
El Rey, ejemplo de libertad y tolerancia
La ceremonia de entrega ayer de los Premios Princesa de Asturias tuvo un significado especial: la asistencia de Doña Leonor en los actos, de la misma manera que su padre lo hizo en 1981. Las palabras que le dirigió el Rey sirvieron para transmitir la misión de la Fundación de reconocer a personas e instituciones que «abren nuestra cultura y trazan nuestro rumbo hacia nuevos horizontes». Sus palabras fueron también un llamamiento a desarrollar un «espíritu crítico y el deseo de verdad» en un momento en el que la mentira circula envuelta en mensajes fácilmente manipulables. La verdad siempre comporta riesgos, pero es el camino para preservar, dijo Don Felipe, los «valores profundos y perennes de la cultura y el humanismo». Estas palabras resonaron ayer en el Teatro Campoamor de Oviedo, imponiendo el talento, el espíritu ilustrado y la cultura por encima de ideologías que sólo buscan la eliminación del adversario, predominar contra la voluntad de la mayoría o imponer un lenguaje que se maneja en unos códigos básicos, pobrísimos, llenos de odio, cuando no de una corrección política que atenta contra la inteligencia y denigra a lo que cree defender. Es un verdadero orgullo para la cultura española reunir ayer al dramaturgo Peter Brook, a la escritora Siri Hustvedt, al sociólogo Alejandro Portes, al matemático Salman Khan, cuya academia ha ayudado a millones de personas a acceder al conocimiento a través de la tecnología; y, cómo no, a los que durante estos años han dirigido el Museo del Prado –Miguel Zugaza y Miguel Falomir o los que han estado al frente de su Patronato, Plácido Arango, el recordado José Pedro Pérez-Llorca y Javier Solana, que pronunció un gran discurso–, la primera institución cultural española y uno de los patrimonios artísticos más ricos del mundo. Las artes, el conocimiento, la ciencia, lo que impulsa realmente el avance de la humanidad, perdura sobre los mensajes vacíos y demagógicos y la destrucción de los consensos más básicos. La Monarquía parlamentaria representa los mejores valores positivos de concordia, tolerancia y respeto a las instituciones democráticas, y más en un momento tan crítico como el que vive en estos momentos España. A nadie se le puede escapar que la ceremonia de la entrega de los Premios Princesa de Asturias coinciden con un momento especialmente grave en la sociedad española. Cataluña vive un verdadera asedio del independentismo, con violencia, asaltando los derechos del conjunto de la mayoría de los catalanes e imponiendo, precisamente desde la propia Generalitat, la ruptura con el resto de España. Don Felipe ya mostró con responsabilidad en su discurso del 3 de octubre del año 2017 su compromiso ineludible con la Constitución, la democracia y la unidad de España. La Corona es una institución respetada, fuerte y fundamental en la estructura del Estado que se ha situado como uno de los objetivos a batir por el independentismo por lo que representa. El Rey eludió con prudencia referirse a esta situación crítica de Cataluña, pero su presencia y la reivindicación que hizo de la cultura, el conocimiento y los grandes valores del humanismo fue un menaje de autoestima y de que España es un gran país y una gran democracia en la que debe prevalecer la libertad, el respeto y la concordia. Efectivamente, la sociedad española se merece más que el ejemplo de destrucción que se está dando desde las instituciones catalanas de autogobierno y un independentismo dispuesto a incendiar Barcelona. Cataluña se merece mucho más. Como dijo el propio Don Felipe, la ceremonia de ayer, de enorme dignidad, sirvió para que Doña Leonor, heredera de la Corona, expresara su «compromiso con los españoles que deberás renovar permanentemente». Sin duda, hará falta coraje para servir España.
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