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Error injustificable de Tsipras

La Razón
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La paladina confesión del primer ministro griego, Alexis Tsipras, de que la convocatoria del reférendum y el llamamiento a votar «no» son simples instrumentos de presión sobre la Unión Europea no sólo descubre la estrategia de Atenas, sino que confirma el peor de los temores: que el error de cálculo cometido por los dirigentes helenos está basado en una deficiente interpretación de la realidad política y económica internacional. Es una consecuencia habitual de la actuación de los populismos, que tratan de modificar los hechos a sus presupuestos previos, en un ejercicio de voluntarismo que casi nunca llega a buen término. Por el contrario, la respuesta que ha dado la canciller alemana, Angela Merkel, a las, cuando menos, confusas alegaciones del Gobierno de Syriza, sí están fundadas en una correcta interpretación de la realidad: que lo que está en juego es el futuro de Grecia y no el de la Unión Europea. Es decir, que la indeseable, pero no improbable, quiebra del Estado heleno ya ha sido descontada por Bruselas, de cuya capacidad para absorber las pérdidas del fiasco financiero griego no caben dudas, como lo demuestra la tranquilidad con que los mercados financieros internacionales vienen respondiendo al espectáculo. Y esto es así porque, como recordaba ayer la canciller alemana, Europa es ahora mucho más fuerte que hace cinco años, cuando comenzó la crisis de la deuda, justamente por Grecia. En este tiempo, la moneda única se ha estabilizado, se ha reforzado el BCE y, sobre todo, han terminado con éxito los rescates de Irlanda y Portugal, por no hablar del profundo saneamiento que han llevado a cabo las diferentes instituciones de crédito europeas, con notable resultado en España. Incluso potencias económicas como Francia e Italia, que acusaban serios desequilibrios, están llevando a cabo los programas de reforma y reequilibrio del gasto público. No se sostienen, pues, las profecías apocalípticas que propagan los movimientos de izquierda radical, especialmente en España, que, en realidad, sólo intentan justificar el respaldo a un Gobierno convertido en referencia de las «nuevas» políticas populistas, pero que ha acabado por encerrar en un corralito a sus ciudadanos. Llegados a este punto, no parece razonable que el Gobierno que preside Alexis Tsipras se empeñe en mantener la convocatoria de un referéndum cuyo resultado no va a cambiar sustancialmente la posición negociadora y que lleva en su seno la potencialidad de excluir a Grecia del euro. Por más que las instituciones europeas y el FMI estén dispuestos a facilitar un acuerdo, Atenas debe aceptar que no hay otro camino que el que han seguido Portugal, Irlanda y España y están emprendiendo Francia e Italia: sanear las cuentas y racionalizar el funcionamiento del Estado. Lo demás es una injustificable persistencia en el error.