Portugal

Feliz cambio de tendencia

Estamos de acuerdo con el Gobierno en que no se deben lanzar las campanas al vuelo ante los buenos resultados de la primera subasta del año de deuda española, pero tampoco se debe rebajar la importancia de una noticia muy positiva que indica un cambio de tendencia. Así que, sin excesivos optimismos, porque la situación no da para muchas alegrías, satisface constatar que los sacrificios y el esfuerzo de estos largos meses comienzan a dar fruto y que los mercados financieros internacionales perciben con mayor confianza el futuro de nuestra economía. La emisión de ayer ha captado 5.817 millones de euros a intereses que no se veían desde el 2 de marzo de 2012 y con una reducción del diferencial de la prima de riesgo con Alemania de más de 30 puntos, lo que significa más de un 9 por ciento. Pero con ser bueno el comportamiento de nuestra deuda, que es la que más descendió ayer en los mercados, es igual de significativo que la tónica se haya extendido al crédito de otros países en dificultades de la zona euro, como Italia, Bélgica, Irlanda e, incluso, Portugal. Puede decirse, con todas las cautelas, que los especuladores han acabado por aceptar que el euro está en Europa para quedarse y que las medidas puestas en marcha por el Banco Central Europeo han ejercido de eficaz cortafuego. Ya sólo falta que las autoridades financieras alemanas rectifiquen su equivocada política de recortes, que estrangula el crecimiento, para terminar de asentar la tendencia. En el caso español, la reducción de los intereses supone, además, un menor esfuerzo a la hora de cumplir los objetivos del déficit, con lo que el Gobierno tendrá algo más de margen de maniobra, al tiempo que se aleja el fantasma del rescate, aunque siempre está ahí como recurso.También son significativos, y un indicio para añadir al optimismo, los buenos resultados que están teniendo las grandes empresas españolas a la hora de captar financiación en los mercados. Son los primeros síntomas claros de que empiezan a cumplirse los primeros objetivos que se marcó Mariano Rajoy al llegar a La Moncloa: reconducir la crisis financiera, con la reestructuración del tocado sistema bancario, y recuperar el crédito exterior de España y la confianza. Eran pasos imprescindibles que exigían, y aún exigen, medidas de gran alcance para reformar y adecuar la estructura de unas administraciones artificialmente sobredimensionadas, imposibles de sostener, incluso en el corto plazo. No queda más que mantener el impulso, ahondar en las reformas y en los ajustes presupuestarios, con el objetivo indeclinable de la recuperación del mercado de trabajo, que es el auténtico lastre que puede dar al traste con tantos esfuerzos.