Pactos electorales
Iglesias quiere que el PSOE se sume a su frente anti PP
Pablo Iglesias ha tomado la iniciativa política con la experiencia obtenida tanto en el mundo político como en la mercadotecnia que le caracteriza. Lo interesante de Podemos como fenómeno político es que, sin haberse estrenado todavía en la vida parlamentaria y en la gestión de gobierno, ha sabido ocupar el centro del tablero, al punto de condicionar la estrategia electoral del resto de partidos, ya sea de manera utilitaria o como verdadero peligro para la formación que hasta ahora ha liderado a la izquierda, el centenario PSOE. Pedro Sánchez ha resultado ser el líder socialista más débil para los intereses de Iglesias, consecuencia de una desorientación estratégica que le ha impedido clarificar su posición entre los partidos llamados «antiaustericidas» y homologarse con líderes como Renzi, Valls o con la socialdemocracia alemana, coaligada con Merkel. Sánchez ha optado por la muy cómoda posición de desentenderse de las medidas que el Gobierno ha aplicado en esta crisis –a lo sumo, defendiendo las recetas más clásicas de la izquierda–, pensando que esto le iba a producir un rédito electoral. No sólo no fue así, si no que fue penalizado por el electorado. El objetivo principal del secretario general de Podemos es convertirse en líder indiscutible de la izquierda española, una ambición legítima, pero que supondrá desbancar al PSOE como primera fuerza, lo que en sí mismo sería un cambio que modificaría el mapa político, y cuyas consecuencias son una incógnita. El primer movimiento claro ha sido cerrar el acuerdo electoral con Izquierda Unida, un pacto que es pronto para saber si es un proyecto con futuro o un movimiento táctico de los que Podemos ha demostrado ser un verdadero maestro (hay que decir que, de momento, no tiene mucho que perder). Suponemos que se trata nuevamente de una demostración de esa «nueva política» basada en la producción de acontecimientos impactantes. Un día después, y con la misma magnanimidad, Iglesias ha ofrecido a su principal adversario presentar listas conjuntas para el Senado con el objetivo de que el PSOE se sume al «cambio progresista». La respuesta inmediata de Sánchez denegando la invitación –porque el partido que lidera tiene un «proyecto autónomo»–, le permite a Podemos fortalecer su posición y dejar de nuevo a los socialistas en evidencia como un partido que ha perdido su genuina esencia de izquierdas y, por lo tanto, es incapaz de representar a las fuerzas progresistas frente al Partido Popular. La propuesta de Iglesias a Sánchez es una operación de desestabilización porque ¿qué campaña podría hacer el PSOE compartiendo listas para el Senado con un partido que le está arrebatando el electorado? La intención de dividir a los socialistas es evidente, sobre todo si se tiene en cuenta que en la Comunidad Valenciana, donde el PSOE preside la Generalitat con el apoyo de Podemos y Compromís, estas tres formaciones buscan un acuerdo para concurrir a la Cámara Alta con una sola lista. Sin embargo, para el partido morado no hay otro objetivo que impedir que los populares dispongan de la mayoría en el Senado, con lo que podría bloquear las iniciativas que pretendan alterar aspectos clave, como la reforma constitucional. Es evidente que la estrategia de Podemos de situarse como fuerza hegemónica de la izquierda obliga al Partido Popular a convertirse en la única formación con un proyecto claro y contrastable, guste o no, con resultados que empiezan a tener efecto en la actual crisis.
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