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La renovación ideológica del PP

La Razón
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En una visita que el pensador liberal francés Jean-François Revel hizo a España en plena Transición dijo que lo que realmente deseaba para nuestro país era el desarrollo de «una cultura democrática que tienda a construir un ciudadano democrático de base, que respete y acepte las realidades de los otros y que no utilice la violencia ni las presiones para conseguir el Poder». Sobre la primera parte de la declaración –de la segunda todavía estamos defendiéndonos– sigue enquistada la noción de que la derecha, o el centro derecha en términos sociológicos más amplios, es una anomalía política que sólo cuando la izquierda detenta el poder está cumpliendo el mandato democrático. El Partido Popular ha sido víctima de este dogma fruto de una larga manipulación propagandística con aportaciones académicas notables, al punto de que el propio PP se ha adaptado como partido a imagen y semejanza de lo que quería la izquierda. Lo hemos visto hace un mes tras el desenlace de la moción de censura que llevó el PSOE con sólo 84 diputados. Tal ha sido la capacidad de persuasión comunicativa de la izquierda que los populares han dejando atrás muchas de sus convicciones ideológicas totalmente homologables en el centro derecha gobernante en Europa. Es más llamativo cuando la propia izquierda ha acabado aceptando medidas del liberalismo económica: austeridad y conservar lo que se pueda realmente pagar del Estado del Bienestar. El PP es el partido que sociológicamente corresponde a este ámbito de centro, entendido como el que suma más sensibilidades y realidades territoriales, sin embargo es presentado por una fuerza de la derecha extrema que en nada se corresponde a su verdadera base ni a las políticas concretas que ha llevado a cabo en las administraciones donde ha gobernado. Los populares deberán recomponer su imagen y adecuarla al contenido real de su programa y acción de gobierno. Es una tarea ideológica fundamental a la que renunció cuando Mariano Rajoy llegó a La Moncloa en diciembre de 2011 acuciado por una grave crisis económica. Los hechos políticos, por mejores resultados que hayan dado en la economía, parecen no ser suficientes para conservar el Gobierno y es necesario enmarcarlos en un proyecto de más largo alcance con el que se identifiquen amplios sectores sociales. Después de todo, en el triunfo de la moción de censura de Pedro Sánchez tuvo mucha importancia la construcción del «relato» de que el Gobierno del PP no sólo era una anomalía, sino que era el responsable directo del golpe independentista en Cataluña sin capacidad de diálogo alguna. Descuidar este flanco ideológico basado en la defensa de la ciudadanía y la igualdad territorial le ha llevado a ser un fuerza de irrelevante presencia parlamentaria precisamente en Cataluña, donde se podía haber rebatido con la razón de la palabra buena parte de las mentiras difundidas por el nacionalismo. El próximo congreso, por más precipitadamente que se haya convocado, deberá abordar esta renovación en clave ideológica o poner las bases para ello, dotándose de instrumentos y mensajes claros, convincentes y realistas que respondan a las necesidades de los votantes. Tiene el reto del calendario electoral de 2019 y de afrontar cuestiones que son claves para España y Europa. En primer lugar, la crisis migratoria abierta en estos momentos y la necesidad de construir un discurso realista entre la xenofobia que va en contra de los principios del humanismo europeo y el populismo izquierdista entregado a una política de puertas abiertas sin control alguno. Más pronto que tarde, el PP, como el resto de partidos, deberá plantear su relación con la sociedad y el modelo de organización entre una formación de cuadros y otra con vínculos y comunicación directa con la sociedad y sus problemas.