Política
La utilización política del 15-M
Uno de los eslóganes que definió con más claridad el movimiento del 15-M fue el de «no nos representan». En tres palabras se liquidaba a la democracia representativa y se sustituía con una fórmula de participación directa. Han pasado cinco años de aquellos acontecimientos y parece que la entrada en las instituciones –ayuntamientos, gobiernos autónomos y Parlamento nacional– ha cambiado radicalmente el sentido de aquel mensaje: ahora sí nos representan. Las interpretaciones sobre lo que fue el 15-M han sido variadas y, en su mayoría, pecan de un optimismo izquierdista que pensábamos había desaparecido con los escombros del Muro de Berlín: querer acabar con el «sistema» ocupando la sede de la soberanía nacional es poco menos que acabar con la democracia para imponer una supuesta justicia universal. Pudo haber en aquel movimiento elementos novedosos de una juventud que buscaba un lugar en el sistema, precisamente, pero, en conjunto, aquellos días se han acabado vinculando con los tics más envejecidos de la política. Podemos utilizó el 15-M como plataforma electoral, cuando el partido de Pablo Iglesias –de férrea disciplina– poco comparte con aquel movimiento ni en sus principios bolivarianos ni en su objetivo ineludible de alcanzar el poder a toda costa (¡ahora sí que nos representan!).
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