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Mas aceptaría una presidencia de diez meses con tal de ser reelegido
No es fácil saber en qué punto se encuentra en este momento el «proceso» independentista catalán, ni las negociaciones entre Junts pel Sí (JxS) y los antisistema de la CUP para convencerles de que voten a Artur Mas como presidente de la Generalitat. No es fácil porque nos encontramos en el más disparatado de los escenarios: nada de lo que está sucediendo en Cataluña responde a las reglas de juego una sociedad democrática normalizada. Existen preocupantes tics de que se trata de un apaño entre nacionalistas en el que un partido de origen en el centro derecha, como fue la CDC fundada por Pujol, acabe rogando el voto a otro de extrema izquierda. Todo por la patria. Las últimas propuestas planteadas ayer son de una incongruencia que, si no estuviesen jugando con el futuro de los catalanes, serían propias de un vodevil. Primero, se ofreció la posibilidad de ensayar un gobierno con cuatro presidentes corales, algo que va en contra del propio estatuto y para lo que hubiese sido necesario cambiar la ley por la que se regulan las funciones de la primera autoridad de Cataluña –entre otras, la de convocar elecciones–, además de ser un formato de teatrillo de títeres difícil de vender a la ciudadanía, aunque nunca se sabe. Horas después, JxS habló de una estructura con un solo presidente y tres vicepresidencias que trabajarían de forma «colegiada» con el jefe del ejecutivo. Pero lo que es realmente alarmante y que sobrepasa cualquier pacto de gobierno en cualquier régimen parlamentario normal y serio es que el candidato acepte como condición ser sometido a una cuestión de confianza en diez meses. Por último, la fórmula utilizada, aunque todavía no acordada, es la de gobierno de «transición», pero con fecha de caducidad. Esta fórmula aseguraría, por un lado, que Mas saliese reelegido y poder maquillar el fracaso del «proceso»; por otro, que la CUP podría presentarlo como una victoria y ejemplo de sometimiento y humillación a un destacado representante del neoliberalismo. Todo por la patria. JxS necesita cerrar el pacto antes del próximo día 4, fecha del inicio de la campaña de las elecciones legislativas, en las que querrá demostrar que no tiene las manos atadas por una organización izquierdista que mimetiza la retórica y la estética batasuna y que Mas sigue siendo el líder que llevará a Cataluña hacia la libertad y la prosperidad eternas. Nunca un político –de un país democrático, claro está– se ha querido perpetuar tanto en el poder –después de fracasar estrepitosamente en su estrategia independentista– y ha descendiendo éticamente tan abajo poniendo por delante los intereses de un partido corroído por la corrupción a los de los ciudadanos. Sólo recordemos que en una legislatura ha acabado con el catalanismo político, ha roto su coalición histórica con Unió, ha destruido CDC, su propio partido, y ha conseguido que numerosas empresas de Cataluña trasladen su sede social por la inestabilidad política, en concreto 3.000 en tres años. Lo que está claro es que Mas ha sobrepasado todos los límites y que será imposible reconducirlo a un esquema político racional y mentalmente estable. La posibilidad de la dimisión no está en el abecedario político del nacionalismo catalán por su sentido patrimonial del país. En este contexto, sus lamentos de que el Gobierno supervise las cuentas de la Generalitat no dejan de ser un recurso que ahora resulta vergonzo. Ahora mismo, sólo el Estado puede asegurar la estabilidad de Cataluña.
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