Podemos

Moción de censura a Pablo Iglesias

La Razón
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Tras el fracaso en la Comunidad de Madrid, a Pablo Iglesias y los suyos les aguarda hoy un nuevo revés en el Congreso de los Diputados. Se dice que de los errores también se aprende. Y en Podemos hoy –y los próximos días– van a tener una clase magistral por entregas. El anuncio en su momento de una moción de censura al Gobierno, más que un terremoto político provocó un sentimiento de hastío en los otros grupos políticos. Incluso en el suyo propio, la sorpresa dio paso a la curiosidad, pues en Podemos, la mayor parte de los parlamentarios vivía ajena al anuncio de su secretario general. Un desconocimiento que se extendía al resto de los partidos, empezando por el PSOE, piedra clave en todo acuerdo anhelado por Podemos para «tumbar» al Gobierno. Por no haber, ni siquiera se había orquestado quién iba a ser el candidato alternativo a la Presidencia del Gobierno o cuál era el programa de Gobierno. Al tiempo, socios como Compromís se «ausentaron» de acompañarles para luego aceptar apoyarles con reservas. Todo un vodevil político en el que, como en los viejos folletines, las cosas cambiaban capítulo a capítulo sin que pasase nada de relevancia en la trama pero con grandes cambios de efecto para mantener la atención del público. Ayer, a horas de que comience el debate, el último requiebro en este baile ideológico y de familias que es Podemos llegó de los Anticapitalistas. A pesar de que la dirección estatal de Podemos defendió hace escasos días que no respalda la carrera a ninguna parte de Carles Puigdemont, que nunca le ha gustado una consulta unilateral y no pactada con el Gobierno español... y que el propio Iglesias señaló que «no es un referéndum aceptable» porque carece de viabilidad. Nada de esto ha valido. Dicho esto, llegó la opinión contraria. Ayer el sector de Anticapitalistas, encabezado por el dirigente y eurodiputado Miguel Urbán y en el que también se encuentra la coordinadora general de Podemos Andalucía, Teresa Rodríguez, se descuelga con que la postura defendida por Pablo Iglesias sobre una «consulta unilateral» es aceptable, y que oponerse a ella es «profundamente antidemocrático». Así las cosas, el «asunto Cataluña» se ha convertido en la quintaesencia de la cizaña que existe en Podemos y que lleva camino de quebrar su ya de por sí resquebrajada solidez. Desde hoy Podemos tiene ante sí, más que la luz y taquígrafos del Congreso –ya que no puede gobernar–, el altavoz que darán los medios de comunicación a sus intervenciones. Allí tomarán la palabra Irene Montero y Pablo Iglesias, la una para desgranar su programa «de izquierdas» como alternativa al Gobierno y el otro para presentarse como el líder moderado y accesible que hasta ahora no ha sido. Él sabe que las cosas han cambiado y que el caladero de esa izquierda que tanto menta está agotado. Ahora deberá mostrarse más «socialdemócrata» –como en alguna ocasión se definió– para pescar entre electores más moderados. De lo contrario, está llamado a la derrota entre un PSOE que, según las encuestas, no «adelgaza» de votantes en su favor y un electorado mayoritario, de centro derecha, que no está dispuesto a darle carta blanca en un momento en que la brutal crisis económica comienza a ser superada y España entra en número negros. Ayer Pablo Iglesias pedía a su militancia que siguieran la moción de censura aunque fuera en su horario laboral. Y desde su formación apuntan ya que, tras el verano, habrá otra. El protagonismo será de la política-espectáculo. En medio de tanto anuncio, la que deberá bregar con tanta agitación será la presidenta del Congreso, Ana Pastor. Ella, sin duda, y su trabajo ímprobo serán reconocidos por los ciudadanos.