Cataluña
Rivera frente al reto de la demoscopia
Las perspectivas electorales están marcadas por dos cuestiones que, aunque mantienen una relación evidente –incluso puede ser uno efecto del otro–, parecen no estar conectadas. Nos referimos a la crisis económica y al desafío independentista de Cataluña. Son los dos temas en torno a los que han girado los partidos en los últimos cinco años, ambos de gran trascendencia, aunque no de consecuencias electorales simétricas. Si la crisis económica ha producido un desgaste en el Gobierno –al margen de que ya hay signos evidentes de recuperación–, la crisis catalana ha tenido consecuencias dispares, en función del compromiso de cada partido con una acción política constitucionalista. El daño en algunas formaciones ha sido tan evidente que, por ejemplo, Podemos decidió rehuir el tema, después de que fuese castigado por su electorado y una vez haber apoyado a un candidato independentista a presidir el Parlament. En este sentido, es el partido del Gobierno, el PP, quien más ha sufrido el descenso, mientras que Cs ha sido el que más rédito ha sacado, aun siguiendo la misma política en Cataluña. Así parece mostrarlo el último sondeo del CIS, en el que se confirma la ascensión del partido de Rivera (de 17,5 puntos en octubre a 20,7), un incremento efecto directo de su posición en la crisis catalana, a pesar de que ha sido responsabilidad del PP aplicar el artículo 155, puesto en marcha con mesura y, desde el punto de vista de la gestión, con eficacia. Cs era más partidario de una puesta en marcha digamos que impactante, pero no hay que olvidar que era tarea del Gobierno de la nación hacerse cargo del día a día de una administración que no es pequeña, además de controlar aspectos de orden público nada menores, aunque luego la sociedad catalana admitió con mucha normalidad una medida considerada traumática. La apreciación de la opinión pública puede haber sido otra, pero sería injusto no admitir que ha sido obra de Mariano Rajoy romper la espiral de absoluta ilegalidad en la que estaban instaladas las instituciones catalanas. Rivera no debería perder de vista lo que algunos dirigentes populares dijeron tras las elecciones catalanas: ¿cómo puede presentarse como voto útil un partido que no gobierna en ningún sitio? El cambio de posición sobre la prisión permanente revisable muestra que Cs se está dejando guiar por una brújula demoscópica, cuando presentarse como una opción seria de gobierno requiere bases más sólidas y creíbles. La caída, pues, del PP –1,7 puntos desde octubre– no es menor, pero habría que tener en cuenta, además, dos aspectos que han afectado a estos resultados. Por un lado, el sondeo ha sido realizado hace un mes, coincidiendo con el juicio del «caso Gürtel»; por otro lado, la encuesta se realizó en un momento sin ambiente preelectoral. Aun así se confirma que los dos grandes partidos nacionales, PP y PSOE, descienden, aunque mantienen una sólida base. La tendencia de los socialistas es a la baja (pierden un punto desde octubre), aunque sigue manteniendo el nivel recuperado tras la vuelta de Pedro Sánchez. Podemos, que había fiado su estrategia a convertirse en la primera fuerza política de la izquierda, se mantiene detrás de Cs –con 19 puntos, cinco décimas más que en octubre–, a costa de volver a un discurso populista con ribetes paródicos, como sus últimas referencias a la Monarquía constitucional.
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