Gobierno de España

Sánchez apuesta por el bloqueo

La Razón
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Unidas Podemos maniobró ayer en medio de la canícula para remover el enquistado tablero político. Con el país en pleno en funciones, con un presidente y buena parte de su Gobierno en mutis de agosto sólo roto por algún comentario para mantener encendida la caldera propagandística, Pablo Iglesias se hizo presente con un propuesta a Pedro Sánchez con la que recordó de paso que seguimos inmersos en este interminable maridaje con la interinidad que es también una condena a la excepcionalidad. Como con toda probabilidad presuponían en Unidas Podemos, la finta estaba condenada al fracaso, pues el PSOE aparcó hace tiempo la opción del compromiso con el otro gran partido de la izquierda y enfiló el camino que parece apuntar al adelanto electoral sin reparar en las consecuencias del desgobierno para el interés general. La nueva mano tendida del partido de los círculos recuperaba en esencia aquello sobre lo que presuntamente estaban fundamentalmente de acuerdo con los socialistas en el escenario previo a la investidura fallida de julio, el gobierno de coalición, con la vicepresidencia social y tres ministerios para los morados. Como novedad para achicar los espacios de la presumible negativa socialista, como luego ocurrió, incluyó cuatro versiones de combinaciones sobre los departamentos a reparto, entre ellas dos con el de Trabajo, ya vetado en Moncloa. El documento contemplaba además un decálogo sobre contenidos programáticos con el que contraprogramar el tóxico discurso socialista sobre la obsesión de sillones desde Unidas Podemos. Por lo demás, las recetas ya conocidas en materia social, económica y territorial y consignadas en párrafos generalistas y cosméticamente edulcoradas con las que, en esencia, discrepamos frontalmente. Y, sin embargo, el plan del líder de Unidas Podemos de reanudar las conversaciones en el punto en el que se quedaron a comienzos del verano tiene al menos el mérito de dejar en evidencia la irresponsabilidad de un presidente y de un gobierno recostados en la provisionalidad que les garantiza el poder que es la obsesión que alumbra todas sus decisiones desde la moción de censura e incluso antes hasta hoy e intuíamos que también en el porvenir. Ferraz no mareó la perdiz y se apresuró a cerrar la puerta de un gobierno de coalición con los morados «por las importantes diferencias» que mantienen en cuestiones de Estado como Cataluña, además de apostillar que existe un grave problema de desconfianza «acrecentado» tras la votación parlamentaria de la investidura. No tiene empacho, sin embargo, en demandar a Unidas Podemos que presten sus diputados gratis en lo que denomina otras fórmulas de colaboración que no es más que una suerte de genuflexión ante el magisterio del presidente en funciones. Los socialistas dejan pasar el tiempo, que es como ganarlo en función de su estrategia meramente partidista, mientras España lo pierde de forma miserable. Aún ayer repetían la cantinela de los diálogos con la sociedad civil durante este mes de agosto y la presentación de un programa abierto y progresista con el objetivo de «salir de la actual situación de bloqueo» que es su particular método de colocar a su rival por el electorado de izquierda entre la espada y la pared y avivar el rescoldo que mina la intención de voto de los populistas. Pedro Sánchez se relaja y descansa mientras España está quemada en lo térmico, lo institucional y lo social, abochornada por un Gobierno que se ha sentado en la puerta de Doñana o de La Moncloa a la espera de que pase el cadáver político de su adversario y la prosperidad y el bienestar de los ciudadanos. Pero esta disfuncionalidad socialista, esta apología descarnada del bloqueo, no es inocua en un contexto de desaceleración económica para el que los países de nuestro entorno se preparan.