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Sánchez se enfrenta a la «moción de censura» del PSOE

La Razón
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Es una incógnita saber si Pedro Sánchez ha flirteando con la idea de buscar o aceptar gustoso el apoyo o la abstención de los independentistas catalanes para escenificar la quimera de que disponía de votos suficientes para su investidura. Los ejercicios de tanteo sólo han servido para medir las fuerzas del líder socialista dentro de su propio partido y comprobar que un acuerdo con aquellos que están dispuestos a romper España por Cataluña le podría salir muy caro para su carrera política. Pero, insistimos, sigue siendo una incógnita saber cómo es posible pactar con Ciudadanos –que, a la postre, es la única rentabilidad tangible de todo este proceso– y querer a la vez conseguir el apoyo de ERC y Democracia y Libertad (DyL). La confusión estratégica de Sánchez es alarmante y sólo demuestra el fracaso de su intento de alcanzar La Moncloa a cualquier precio. El comité federal socialista del pasado 28 de diciembre marcó muy claramente los límites de las alianzas que podía conseguir Sánchez: permitía la posibilidad de coaligarse con Podemos –a pesar de que notables del PSOE son partidarios de apartarse del partido de Pablo Iglesias–, pero impedía el pacto con los soberanistas. Pese a eso, el candidato socialista ha explorado fórmulas de entendimiento con los independentistas que han sembrado el desconcierto en sus propias filas y en sus votantes, como se ha ido comprobando en las sucesivas encuestas en las que aparecía como una de las fuerzas más castigadas en intención de voto. Recordemos, por ejemplo, el asombro que causó la cesión de cuatro senadores para ERC y DyL con el fin de que pudieran constituir grupo propio en la Cámara Alta; o el hecho de que Sánchez compartiese las críticas a Rajoy con el presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, tras reunirse ambos; o la reunión secreta que mantuvo con Oriol Junqueras; o promover que el PSC y en Comú Podem abordasen por su cuenta la posibilidad de un referéndum en Cataluña; o, para acabar, que el PSOE votase a favor de la proposición no de ley impulsada por ERC para que Cataluña tenga más caudal del Ebro, lo que provocó que los socialistas aragoneses rompieran la disciplina de voto. Hay que decir que, a pesar de estos gestos, los independentistas no han retirado ni una coma de su plan soberanista; es más, el Parlament de Cataluña aprobó el pasado día 7 la ley de «desconexión». Insistimos: intentar la vía independentista es una incógnita que sólo responde a un cálculo a la desesperada, incluso a un mal menor si se cerrase un acuerdo con Podemos y necesitase el apoyo de ERC y DyL. Pero el acuerdo con Pablo Iglesias, como quedó evidenciado en las surrealistas «negociaciones», parece que no podrá alcanzarse. Hoy se sabrá el resultado de la consulta a las bases de Podemos de un posible pacto con PSOE y Ciudadanos, pero, tal y como fue planteada la pregunta por Iglesias, será difícil –o casi imposible– que sea aceptada por la militancia. De ser así, las dos vías de negociación abiertas por Sánchez han quedado frustradas. Se podría elucubrar con un gobierno a la «valenciana» que necesitase 161 votos y, por lo tanto, la abstención de los independentistas, pero de nada han servido los gestos a ERC y DyL, excepto para desprestigiar al todavía presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y acusarle de ser el único impedimento para resolver el reto soberanista de Cataluña. Sánchez se enfrenta en esta última etapa de su fracasada investidura a una verdadera moción de censura por parte de su propio partido.