Crisis en el PSOE
Si es bueno para España, también es bueno para el PSOE
Ahora comprendemos algunas de las claves que llevaron al ex líder del PSOE Pedro Sánchez a enrocarse en su posición del «no es no». Las argumentaciones que se esgrimieron ayer en la reunión del grupo parlamentario no expusieron en ningún caso por qué era conveniente impedir a toda costa que se desbloquease la situación política española. Salvando aquellos que se mostraban partidarios de la abstención –aun sin decirlo–, el resto dijo acogerse a la disciplina de voto, lo que es un argumento demasiado débil, sobre todo cuando se trata de destacados colaboradores del anterior equipo dirigente, como César Luena. Es decir, todo hace pensar que la empecinada negativa a dejar –ya no apoyar– que Rajoy gobernase sólo respondía a intereses espurios. Hasta Miquel Iceta, del PSC, habló de abstención «si no hay más remedio». El paso que dio ayer el PSOE estuvo precedido por el anuncio de la abstención el día anterior por parte de la federación andaluza, lo que marcó el camino a seguir. En la reunión de ayer celebrada en el Senado quedó despejado el horizonte para el Comité Federal del PSOE, que finalmente se celebrará el próximo domingo. Una mayoría de diputados y senadores defendieron la abstención, lo que nos permite interpretar que o bien Sánchez se había convertido en un verdadero tapón que impedía cualquier atisbo de discusión racional –no «podemizada»–, o que los socialistas han acabado comprendiendo que unas nuevas elecciones llevarían al partido a posiciones residuales, apurando así la decisión hasta una semana antes de la disolución automática de las Cortes, el próximo día 31. Un día después de la decisión del Comité Federal, el Rey comenzará su ronda de consultas con los partidos, que se prolongará hasta el martes, día 25. Ha quedado claro otro punto crucial: el que el presidente de la gestora socialista, Javier Fernández, definió como una «hoja de parra», para referirse a la alternativa de un gobierno de izquierdas que tanto había esgrimido Sánchez. En cuanto a aquel pacto con Podemos e independentistas, Fernández afirmó que era algo inviable «porque no podemos gobernar con quienes quieren fragmentar la unidad y están en un planteamiento insurreccional». Las diferencias internas no podían ser más fuertes. Aferrarse a esta posibilidad fue una ficción que sólo ha servido para que el adversario más directo del PSOE, Podemos –y no el PP–, alardease con la posibilidad de que Pablo Iglesias iba a ser el jefe de la oposición. Ésa es la tarea que tiene ahora por delante el socialismo español: permitir el gobierno de su rival y ejercer la oposición, algo inédito en nuestras coordenadas, pero no en otras democracias europeas. Si este domingo los socialistas aprueban, como así parece, la abstención podrán anunciarlo como que no hay otra salida, lo que no quiere decir que sea la peor. Es cierto que no hay mucho margen, pero entre las otras dos vías, la alternativa de izquierdas con Podemos e ir de nuevo a elecciones, la opción de la abstención no sólo es la menos mala, sino la que podría asegurar una legislatura estable, si así lo permite el PSOE, y la mejor opción para los intereses generales. El cónclave socialista del domingo también nos ofrecerá un diagnóstico sobre la situación del partido después del cisma en el último Comité Federal. Esta última es la fórmula de las organizaciones democráticas. Los socialistas están ante el reto de saber comunicar a sus electores una decisión estratégica: si es buena para España, también es buena para el PSOE.
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