Espacio

Vuelve la conquista de la Luna

La Razón
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Hoy se cumplen 50 años del inicio de la misión que llevó al hombre a la Luna. Despegó de Cabo Cañaveral (Florida) y llegó a su objetivo cuatro días más tarde, el 20. El mundo entero asistió incrédulo, temeroso y fascinado al alunizaje; se acuñó entonces una frase que forma parte del legado de la humanidad: «Es un pequeño paso para el hombre, un gran paso para la humanidad». Así lo dijo Neil Armstrong al poner los pies en la Luna, con voz entrecortada por las dificultades de comunicación, con serenidad y emoción. Ahora sabemos que en aquella hazaña había más épica que la sofisticada tecnología a que ahora estamos acostumbrados, que devolver vivos a los tres tripulantes del Apolo 11 forma parte de un sueño arriesgado. Se culminaba así una aventura que se había iniciado con una carrera espacial que tuvo precedentes históricos: el lanzamiento de primer satélite espacial (URSS, 1957), los primeros astronautas que llegaron al espacio (Yuri Gagarin, en 1961, y Slan Sherpard, en 1962), el primer paseo espacial (Alexéi Leónov y Edward White, en 1965) y los primeros en orbitar la luna (Borman, Lovell y Andres, 1969). Es innegable que soviéticos y estadounidenses habían abierto un nuevo campo de batalla dentro de la Guerra Fría, buscar el predominio en el campo científico como manera de tener la hegemonía en el planeta Tierra. Se enfrentaban dos sistema de vida contrapuestos y ambos necesitaban ser los primeros en la «conquista del espacio», un pulso que, a la larga, sería una empresa colectiva, como lo es hoy, al punto de que ambas potencias comparten misiones o que una agencia de investigaciones avanzadas del Pentágono lance un satélite desde la Estación Espacial Internacional (EEI), tripulada por cinco agencias espaciales. Pero un nuevo actor deberá ser tenido en cuenta: China, cuya alianza con Rusia será clave, puede desequilibrar esa cooperación ahora normal entre los pioneros del espacio. El reciente éxito de la misión espacial china que ha logrado que una nave se pose, por primera vez, en la cara oculta de la Luna, constituye un hito que EEUU no perderá de vista. Puede que en la guerra comercial con China se desconozca la cara oculta. Trump quiere recuperar el tiempo perdido después de que la Administración Obama descartara el regreso a la Luna y optara por fabricar un supercohete para exploraciones lejanas. El proyecto, que fue recibido con escepticismo por los científicos, suponía la privatización de algunas operaciones, aspecto de financiación que quiere rescatar Trump a través de una alianza con la industria privada. El presidente estadounidense ha puesto fecha para la vuelta a la Luna, 2024, lo que acelerará la construcción de un nuevo cohete de lanzamiento, conocido como SLS, un proyecto que acumula retrasos y necesita fondos, y un puerto espacial que sirva de base para futuras operaciones. La expedición Artemisa –la hermana melliza de Apolo, según la mitología griega– obligará a que la NASA sume a su presupuesto de los próximos cinco años entre 20.000 y 30.000 millones adicionales, de los 21.019 ya asignados para 2019. En estos cincuenta años, desde aquellas imágenes retransmitidas en directo desde la superficie de la Luna, el mundo ha dado un salto tecnológico superior al que se vivió desde el lanzamiento de la primera bomba de neutrones en misión de guerra al alunizaje del 20 de julio de 1969; se ha perdido, además, la capacidad de sorpresa hacia lo desconocido. Si los sistemas de potabilización de agua, las técnicas de envasados o el microondas ahora nos resultan normales, debemos confiar en que los nuevos retos –sea viajar al polo sur de la Luna o a Marte– abra nuevos avances para los que seguimos viviendo en la Tierra, y por mucho tiempo, y seguimos mirando todavía con misterio las estrellas.