Internacional
La interminable crisis de Italia
Como era de esperar, más pronto de lo previsto, es cierto, el primer ministro italiano, Giuseppe Conte, pasó ayer a la historia de esa trituradora de jefes de gobierno en que se ha convertido la clase dirigente del país transalpino desde hace décadas. Conte anunció su dimisión en el Senado. Estaba cantado desde que el vicepresidente Matteo Salvini le retiró su confianza para forzar las elecciones cuatro años antes de lo previsto al calor de los sondeos que sitúan a la Liga como primera fuerza del país a distancia de sus aliados en el gobierno de coalición, el Movimiento Cinco Estrellas. El descarnado populismo de Salvini parece haber cuajado en un electorado hastiado de un país encallado en un bucle melancólico en el que la propia crisis es la razón de ser. Y, sin embargo, tampoco la renuncia de Conte asegura un horizonte de certidumbre, pues la aritmética parlamentaria es la que es y las ganas de frenar a un personaje volcánico e impredecible como Salvini podrían forzar alternativas a los comicios. El presidente de la República, Sergio Mattarella, es poco partidario de acudir a las urnas y prefiere que se sondeen posibilidades de una nueva mayoría entre el centro y la izquierda populista. Nada está escrito salvo que Italia se cronifica como instrumento desestabilizador de una Europa convulsa.
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