Biblioteca Harley-Davidson
Elegantes y embusteros
La libertad de palabra, incluso cuando alguien se equivoca, nos garantiza que el sentido crítico estará siempre despierto
¿Me odiarán si defiendo a Luisgé Martín? Se ha equivocado, indudablemente. Erró al no hablar con todos los implicados en el tema; seguro que hubiera sido más astuto, elegante y empático hacerlo, pero eso no significa que tengamos que cancelarlo y condenar al olvido a toda una obra compleja y valiosa.
Los artistas, de un modo general, somos unos elegantes y embusteros que siempre estamos intentando escapar de serlo. Elegantes porque, por mucho que lo intentemos, no podemos evitar nunca del todo esa estetización de la realidad que conlleva el lenguaje. Embusteros, aunque no queramos tampoco serlo, porque cuando practicamos la verdad pura y dura nos crucifican y, por eso, siempre buscamos desvíos para escabullirnos del momento en que caerá sobre nosotros el guantazo. La ficción es uno de esos trucos. Si Flaubert hubiera contado la historia de sus vecinas contemporáneas con nombre y apellidos, en lugar de llamarla Emma Bovary, el puro que le hubiera caído habría sido inmensamente superior al que intentaron colocarle.
Nunca debería prohibirse ningún libro. La libertad de palabra, incluso cuando alguien se equivoca, nos garantiza que el sentido crítico estará siempre despierto. Además, si algo bueno tienen los libros es que no son de obligado cumplimiento. A nadie le fuerzan a abrirlos y menos a leerlos.
Pero cuando topas con una situación como la que se ha dado ahora (que, fíjense bien, curiosamente no ha escandalizado tanto en ninguna de las series de «true crime» que nos rodean como setas), la posibilidad del artista es solo una. Guardar el libro en un cajón (nunca ceder a la presión de destruirlo) y esperar que el tiempo haga su labor y ya no estén quienes se podrían sentir heridos. Y anotar escrupulosamente todas las reacciones que desata hacer libros sobre asesinos. Entonces, de un modo chocante, sí que tendremos entre manos un completo libro sobre el odio.