
Editorial
Escudo de hojalata contra los aranceles
La puesta en escena, el lenguaje corporal de Sánchez, fueron más de lo mismo, como en la pandemia, el volcán, Ucrania y la dana. Y ya sabemos cómo acabó todo
Apenas un día después del terremoto provocado por la declaración de guerra arancelaria de Donald Trump, la conmoción y el trauma, que se cebaron ayer con las bolsas, dio paso a las primeras respuestas de las capitales que ratificaron que un nuevo orden geopolítico y comercial está en marcha, con renovadas reglas y una involución global hacia un escenario de hostilidad en las relaciones exteriores. Nunca sobra remarcar que la decisión de la Casa Blanca de sabotear el intercambio mundial y por ende la economía del planeta con bombas de racimo arancelarias sacudirá de tal manera los equilibrios sobre los que se ha sustentado el marco del libre comercio, la prosperidad y el bienestar que el futuro está abocado a la recesión, la inflación y el empobrecimiento. Hay que insistir en que, pese a las lecturas milagreras de Washington, no existe evidencia empírica en cuanto a un horizonte prometedor para la primera democracia del mundo, como ya quedó de manifiesto en la primera entrega proteccionista en la anterior etapa de Trump en la Presidencia, y, por supuesto, tampoco para los socios principales de Estados Unidos y en general para toda la comunidad de naciones más allá de las exposiciones de cada cual al mercado americano. No queremos perder excesivo espacio en referirnos al esperpento, los trucos y el discurso tramposo de la Casa Blanca. Puede que Trump cuente con un plan y una serie de fundamentos sobre un porvenir recaudatorio e industrial esperanzador en un mercado cerrado, ineficiente y sin competencia, pero cuesta pensar que no se asemeja demasiado a una suerte de castillos en el aire con que redondear el cuento de la lechera regado de victimismo y populismo. Hoy preferimos detenernos en el programa de choque expuesto con solemnidad por Pedro Sánchez en Moncloa, un «escudo», otro más, para proteger a la economía española, reorientar la capacidad productiva, con nuevos mercados y exportaciones enfocados en la autonomía estratégica. En síntesis, habló de movilizar 14.100 millones de euros como réplica a los aranceles del 20% sobre la Unión Europea. Como es costumbre con el presidente, rascar un poco la superficie de cualquiera de los prodigios retóricos de la factoría monclovita nos enfrenta a la cruda realidad del enésimo embeleco. Ni en el fondo ni en la forma lo vendido entre el fervor de los ministros genera confianza ni crédito, sino todo lo contrario. La fórmula para sortear el infierno arancelario que puede reducir nuestras exportaciones hasta el 25% a EEUU se limitó a improvisar créditos, ayudas ya previstas y dotaciones sin aval de Bruselas envueltos en un eslogan más proteccionista que el proteccionismo de Trump: «Compra lo tuyo, defiende lo nuestro». La puesta en escena, el lenguaje corporal de Sánchez, fueron más de lo mismo, como en la pandemia, el volcán, Ucrania y la dana. Y ya sabemos cómo acabó todo.
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