Y volvieron cantando

El «espacio» del piolet

Sumar es ya un proyecto finiquitado y eso sí preocupa en el entorno de Sánchez, sobre todo porque estos rotos no se arreglan a golpe de decreto

Descalabro tras descalabro Yolanda Díaz ya nos brindaba tras los comicios autonómicos en Euskadi uno de esos atronadores silencios que hacía presagiar ante la cercanía de las elecciones europeas lo que se ha consumado como la espantada final. La ya ex líder de Sumar –que más que partido hoy es un partida– llegó a ser situada en su momento por algún conocido «cerebrito» de la demoscopia como futura inquilina de La Moncloa, pero un cúmulo de errores reconocidos por ella misma en estos días de duelo político hicieron que se la estuviera esperando, y no precisamente con las mejores intenciones, desde no pocos callejones de Podemos, damnificados por el desprecio a la marca de origen haciendo que el primer puntapié contra la vicepresidenta aterrizase sobre las posaderas del presidente del Gobierno en forma de creación de un grupo parlamentario propio para los morados. A partir de ahí, todo han sido quebraderos de cabeza para un PSOE al que se le abría en el Parlamento un nuevo frente por la izquierda en forma de interlocutor despechado. A Díaz, además de tener escasos conejos en la chistera del Ministerio de Trabajo, solo le queda su presencia en el Consejo de ministros y además con la creciente sensación en el socio socialista de que resulta una aliada tan incómoda como poco resolutiva. Sumar es ya un proyecto finiquitado y eso sí preocupa en el entorno de Sánchez, sobre todo porque estos rotos no se arreglan a golpe de decreto.

Pero la profunda crisis que los resultados de las europeas han venido a certificar en la izquierda no solo afecta a una vicepresidenta que tal vez no tarde en practicar el vuelo sin motor en esto de la política de primera línea, sino que deja un verdadero y auténtico erial de tierra quemada en un espectro electoral que ni siquiera le sirve al PSOE por mucho que lo acabe fagocitando. Izquierda Unida no existe, Podemos es el ectoplasma de lo que Pablo Iglesias edificó y después desmoronó, las marcas territoriales con alguna puntual excepción se ven amortizadas y Sumar se debate entre el truco o trato de líderes futuribles con escasas posibilidades de llenar el «espacio» y entre los que tal vez Antonio Maíllo, paradójicamente al frente de la Izquierda Unida más irrelevante de la historia, pueda ofrecer más garantías de cerebro amueblado. Se tenían muchas ganas, ergo volarán los piolets.