Opinión

No estamos para gilipolleces... Rubiales

En menos de 24 horas, dejó claro a todo el planeta que no está capacitado para seguir al frente de la federación

A medida que te haces mayor vas aceptando que todos estamos hechos de contradicciones. No soy futbolera, pero me gustan los mundiales. Mi relación con este deporte ha sido siempre de tipo emocional. De pequeña iba esporádicamente con mi padre al Estadio de Sarriá a ver al Español. Confieso que más que seguir lo que ocurría en el campo me interesaba lo que pasaba en las gradas. La afición del Español es admirable. Defiende los colores en la adversidad y no solo deportiva. Ser del Español en Barcelona imprime carácter. También te da placer.

En casa celebramos con saltos y gritos el gol de Olga Carmona en el minuto 29 de la final del Mundial de fútbol. Para mí la hazaña de Carmona en Australia no tiene nada que envidiar a la de Iniesta en Sudáfrica en 2010. Me emocionó igual.

El triunfo de la selección femenina ha vuelto a colocar al deporte español en la cima del mundo, pero lo que debía ser un momento de orgullo nacional ha quedado empañado por la bochornosa actuación del presidente de la Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales, que no puede continuar ni un minuto más en su puesto. El beso en los labios a la jugadora Jennifer Hermoso es un desagradable recordatorio del sexismo que ha rodeado al fútbol femenino desde sus comienzos. El esperpento de Rubiales fue una representación en tres actos y con un único final: su renuncia.

El primer acto tuvo lugar en el palco de autoridades. Al pitar el final del partido, Rubiales da unos saltos y se pone las manos en los genitales a modo de celebración. Parece que grita un «¡vamos!», pero podría haber dicho cualquier cosa. Ninguna de ellas edificante ni digna de quien se supone que es la máxima autoridad del fútbol español. Minutos después, ocurre el segundo acto: la entrega de medallas y el beso en la boca. Es un claro abuso por parte de una persona que ocupa una posición de poder respecto a una subordinada. Poco después, en una entrevista radiofónica llama «idiotas y estúpidos» a los que han censurado su comportamiento en la ceremonia de entrega de medallas. O sea, a medio mundo. «No estamos para gilipolleces», remata.

El tercer acto es la pseudo pedida de disculpas. En el vídeo que envía la federación balbucea como quien no quiere decir las palabras: «Seguramente me habré equivocado». Todavía Rubiales no lo tiene claro. Es incapaz de reconocer el error. Todo es fruto de la exageración. Insiste en que fue un «acto mutuo» aunque todos vimos lo contrario. A continuación, la federación publica un comunicado que atribuye palabras a Jennifer Hermoso -como que fue «un gesto mutuo», «espontáneo»- que la jugadora no habría autorizado. Hay que esperar hasta el miércoles, tres días más tarde, para conocer la posición de la jugadora sobre lo ocurrido. En el comunicado pide «acciones ejemplares» contra Rubiales. Ni «acto mutuo», «ni presi», ni «relación especial».

Desde que llegó a la federación en 2018, Rubiales ha protagonizado múltiples escándalos. Fue absuelto de una acusación de acoso sexual en 2020 y de pagar orgías con dinero público en 2022. El domingo, en menos de 24 horas dejó claro a todo el planeta que no está capacitado para seguir en el cargo. Los españoles no estamos para gilipolleces... Rubiales.