Aunque moleste
La Europa que viene
Buena parte del electorado votará contra las políticas de la Comisión sobre inmigración, energía y agricultura
Parece que, poco a poco, en España y otros países se empieza a tomar conciencia de la relevancia de las elecciones europeas, tras años de imagen deteriorada como consecuencia de que los partidos principales mandaban a Europa a lo más veterano de sus escuadras. Tan era así, que estos comicios se convirtieron en el escenario propicio para la experimentación política, de manera que lo mismo daba la campanada Podemos que Ruiz Mateos. Ahora parece que le toca el turno a Alvise Pérez, y no sabemos si a algún que otro rótulo emergente, que fundamentalmente captan votos del centro-derecha, y nada de Pedro Sánchez, por esa misma razón firme candidato a mantener sus posiciones. Primera conclusión: el sanchismo salvará otra vez los muebles, pues la dispersión de los votantes no izquierdistas fortalece al PSOE. En segundo lugar, el agotamiento de las opciones tradicionales. No de otra manera cabe interpretarse que el Parlamento europeo vaya a tener una configuración inaudita por el auge de las opciones radicales y antisistema.
Europa lleva años gobernada bien por populares, bien por socialistas, fuerzas mayoritarias que en las cuestiones vertebrales han sumado siempre sus escaños para evitar soluciones fuera de agenda. Ahí probablemente radica parte del problema. Esa sería la explicación de la reacción que se avecina, con subidas fuera de lo común por parte de fuerzas nuevas que en algún caso son euroescépticas, pero que la mayor parte de las veces simplemente claman por un proyecto de Europa diferente. Las políticas extremas de la Comisión con relación a la inmigración, la energía, la agricultura, la pesca y sector primario en general, han generado rechazo en la mayor parte de la Unión, con manifestaciones y revueltas callejeras contra imposiciones que arruinan a agricultores y ganaderos en nombre de un fundamentalismo ecológico excesivo. Exponente de tan sectaria posición han sido, entre otros, los gobiernos de países como Holanda, Francia, Italia o España. En Holanda, el globalista Rutte fue barrido en las urnas por la alianza campesina BBB. En Francia se prevé una victoria de Marie Le Pen, y en Italia Meloni se hace fuerte con sus severas políticas anti-inmigración. El caso español es diferente, pues los socialistas mantienen cierta fuerza pese a las doctrinas ultra-verdes de su candidata, la vicepresidenta Teresa Ribera, que ha estado siempre en la vanguardia de la presión contra el campo y las energéticas. Ribera ha aplicado una agenda extrema, defendiendo la destrucción de embalses para salvar el caudal ecológico de los ríos, la desaparición brusca del diesel y las gasolinas en favor de los eléctricos, o medidas que han llevado a la ruina a miles de agricultores. Ahora tiene en cartera una política de presión fiscal nunca vista, bajo el argumento de que «el que contamina paga», lo que dará pie a diferentes tipos de tasas por emisiones de CO2 en la industria, el turismo, la alimentación y el transporte. Ribera está llamada a ser la próxima comisaria responsable de Transición Ecológica, o al menos eso pretende Sánchez. Claro que va a depender mucho de la configuración del nuevo Parlamento, pues si la suma de escaños entre populares y socialistas no garantiza el reparto mutuo de carteras, cualquier cosa puede suceder, incluso que no repita Von der Leyen. Lo que sería una gran noticia.
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