El trípode del domingo

Europa: ¡Vuelve a encontrarte! ¡Aviva tus raíces!

«Yo, Obispo de Roma y Pastor de la Iglesia universal, desde Santiago te lanzo vieja Europa, un grito lleno de amor: Vuelve a encontrarte. Sé tú misma. Descubre tus orígenes. Aviva tus raíces...

Parece haberse impuesto un general asentimiento en considerar el actual tiempo -que habría comenzado el pasado 20 de enero- como uno desconocido desde el final de la Segunda Guerra Mundial, muy en especial en la Europa de hoy, organizada políticamente como la UE. A la apremiante necesidad de un rearme militar le ha sucedido ahora el también inaplazable rearme arancelario, lo que nos muestra a una Europa cual una veleta que se mueve según indique la dirección y velocidad del viento en busca de calma y sosiego. Que la voluntad de sólo una persona, que gobierna a miles de kilómetros en Ultramar, y en apenas dos meses y medio, haya creado este pánico generalizado es una prueba irrefutable de la pérdida de la histórica identidad de la Europa que un día fue admirada en el mundo entero. El gran Papa Juan Pablo II, el 9 de noviembre de 1982, concluía en Santiago de Compostela su primer viaje apostólico a España comenzado el 31 de octubre, y lo hizo con un gran discurso dirigido a Europa. Desde la Catedral del «Finisterrae» europeo, le dirigió al Viejo Continente unas palabras que merecen ser recordadas muy en especial en las circunstancias por las que atraviesa la actual UE. No debemos olvidar a estos efectos que como el Papa polaco señaló, «en los designios de la Providencia, no hay meras coincidencias», y que exactamente siete años después de aquel día, el 9 de noviembre de 1989 se desmoronaba el Muro de Berlín, que mantenía en una gigantesca prisión a millones de alemanes de la RDA -la Alemana Oriental-, a los que impedía el acceso a la Europa Occidental desde el «paraíso comunista» en que vivían. Aquella desaparición daría fin a la Guerra Fría y concedía a Europa la posibilidad histórica de reencontrar su identidad para volver a ser «ella misma». Por ello es muy oportuno volver a escucharlas: «Yo, Obispo de Roma y Pastor de la Iglesia universal, desde Santiago te lanzo vieja Europa, un grito lleno de amor: Vuelve a encontrarte. Sé tú misma. Descubre tus orígenes. Aviva tus raíces... No te deprimas por tu pérdida cuantitativa de grandeza en el mundo, o por las crisis sociales y culturales que te afectan ahora. Tú puedes ser todavía faro de civilización y estímulo de progreso en el mundo». «… vuelve a actuar en la vida especialmente religiosa con el debido reconocimiento y respeto a Dios, en el que se basa todo el derecho y respeto a la justicia». Pero Europa, en lugar de prestar atención a esas palabras llenas de esperanza, les ha dado la espalda, sumida en su actual apostasía descristianizadora.