Editorial

El éxito electoral no está asegurado de antemano

España necesita pasar página a una experiencia y un liderazgo oscuros. Sin errores ni dar ventajas gratis a la peor izquierda de Europa

La precampaña se adentra en plena canícula bajo los rigores de la primera ola de calor, que será un elemento no menor en el proceso electoral en el que el presidente del Gobierno ha embarcado a los españoles por estrategia personal. Habrá que seguir con atención cómo influye en el ánimo del ciudadano que se haya perturbado el periodo vacacional. Las encuestas se suceden con el vértigo del día a día de los partidos, los debates plenos de argumentarios y los líos y los enredos con los pactos que colean de los comicios autonómicos. La izquierda perdedora intenta pescar en río revuelto lo que las urnas le negaron favorecida por una gestión muy mejorable del centro derecha de unos resultados históricos con un mandato popular incuestionable. Resulta interesante evaluar lo que de verdad determina a los españoles a la hora de votar en contraste con aquello que los políticos creen que incide en su decisión. Las coincidencias no abundan porque la desafección de los representados hacia sus representantes es un hecho. Por ejemplo, Moncloa ha decidido que su discurso de precampaña pivote sobre el éxito económico de sus políticas y el miedo a la ultraderecha. Lo segundo ha sido recurrente en las últimas convocatorias con fracasos sonados para la izquierda. Lo primero, con la sobreexposición de Nadia Calviño, que ni siquiera es candidata, tampoco ha calado en una sociedad precarizada y más todavía cuando otra vicepresidenta ha sentenciado que la gente lo está pasando muy mal. La última entrega demoscópica de LA RAZÓN refrenda el reparto de fuerzas más o menos consolidado desde hace semanas. Según el sondeo de NC Report, el PP gana claramente las elecciones generales de julio con 144/146 escaños con un crecimiento de 55/57 y 3,3 millones de sufragios más. La candidatura de Núñez Feijóo convence al 11% del voto socialista y al 21%, de Vox, además del antiguo respaldo a Ciudadanos. En esas magnitudes, su condición hegemónica es clara, con el PSOE en 97/99 parlamentarios, que suponen un retroceso de 21/23. Pedro Sánchez elude un batacazo mayor gracias al trasvase de casi 700.000 votos del entorno de Unidas Podemos. Sumar se queda en 31/33, pero es un hecho que no consigue capitalizar los sufragios a la izquierda del PSOE. Yolanda Díaz padece lo que pudiera ser un híbrido entre voto de castigo y útil con una merma del 30% del recuento de todas sus marcas en las últimas generales camino de la abstención y de la lista socialista. Tampoco el pronóstico para Vox es el mejor. Alcanza 38/40 escaños y pierde 12/14. Es un escenario nítido de cambio político con un voto de centro derecha de 182/186 parlamentarios, pero sobre todo lanza el mensaje concluyente de que los españoles quieren el fin del sanchismo. La responsabilidad de la oposición es máxima. No se puede desoír ni desatender al pueblo ni perderse en debates menores y mezquindades mayores. España necesita pasar página a una experiencia y un liderazgo oscuros. Sin errores ni dar ventajas gratis a la peor izquierda de Europa.