Opinión
El final de una época
Lo que ha quedado en la mente de los españoles es una amalgama de operaciones tácticas y medidas a la carta de las exigencias de los socios en cada coyuntura, con la única finalidad de permanecer en el poder.
El final de la campaña se ha convertido en un calvario para el Partido Socialista. El cara a cara con Feijóo ha dado al traste con cualquier expectativa de remontada y los presuntos beneficios que aportaron las entrevistas en programas de televisión se han ido por el desagüe de la irrelevancia.
En realidad, daba igual la estrategia de campaña que se emplease, incluso la fecha en que se celebrasen las elecciones. Los cinco años de Sánchez al frente del Gobierno han ido dejando un sedimento en la opinión pública, que ha terminado por cristalizar en un duro pedernal.
El problema no es el PSOE, que sigue siendo el partido de referencia para millones de españoles, sino su líder, que dejará la presidencia con dos estigmas sobre su gestión: los pactos con Podemos, independentistas y Bildu y el de ser un político cuya palabra tiene un valor dudoso.
Es una lástima que las medidas sociales, en materia de pensiones, salario mínimo y protección de rentas bajas no hayan formado parte de un proyecto claro, coherente y ordenado, sino que han aparecido trufando acuerdos imposibles con socios que debilitan las instituciones.
Lo que ha quedado en la mente de los españoles es una amalgama de operaciones tácticas y medidas a la carta de las exigencias de los socios en cada coyuntura, con la única finalidad de permanecer en el poder.
Iglesias, Casado, Rivera resistieron menos, con Sánchez se va el último de los líderes que protagonizaron la política después del 15 M de la Puerta del Sol. Con ellos se termina también una manera de entender y de actuar en la vida pública.
En el Partido Socialista no se confunde la Iglesia con el Papa, es decir, entre el partido y su líder. El PSOE se convertirá en el partido más relevante en el momento postelectoral porque es probable que los dos partidos mayoritarios obtengan más del 70% de representantes en el Congreso de los Diputados y de ellos dependerá si los extremos seguirán siendo relevantes o se abre camino hacia la centralidad.
No se trata de lo que planteó Feijóo en el debate, porque la propuesta era más en clave electoral que en clave de Estado. De hecho, no puede consistir en recibir una mera abstención en la investidura, sino que debe ir acompañada de un acuerdo de mínimos institucionales que garantice el funcionamiento democrático del Estado de Derecho en el marco de la moderación y la centralidad.
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