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Sin Perdón

El fracaso del feminismo partidista

«El centro derecha gana elecciones porque tiene un amplio apoyo entre las mujeres»

La igualdad de la mujer es un objetivo que debería afrontar la sociedad española desde la unidad y el compromiso. No debería ser la bandera de ningún partido y menos con un objetivo partidista. Es una evidencia histórica que las mujeres han sido injustamente tratadas en un mundo marcadamente machista. El debatir esta cuestión es absurdo. Es una realidad. No se pueden esgrimir casos aislados para justificar o minimizar una enorme injusticia. Por supuesto, han existido mujeres que han tenido un papel público relevante, pero su número es tan pequeño antes del siglo XX que resulta, dicho respetuosamente, intrascendente. Algunas fueron reinas por derecho propio y entre ellas emergieron figuras deslumbrantes, pero siempre en un mundo dominado por los hombres. No es casual que sus colaboradores más estrechos fueran, precisamente, del sexo masculino, porque hubiera sido impensable que no lo fueran los ministros, los funcionarios o los militares. A esto hay que añadir las discriminaciones legales o la violencia que sufrían. Era, desgraciadamente, algo normal, aunque no significa que todas las mujeres fueran maltratadas. En cualquier caso, nada puede justificar esta terrible injusticia que ha durado milenios.

La igualdad no ha sido, es o será un empeño privativo de la izquierda, sino de todos los que han luchado por ella. Una vez más, solo desde la ignorancia, la manipulación o la mentira se puede defender lo contrario. Es cierto que algunos de sus dirigentes han intentado apropiarse de esta bandera, aunque es evidente que tanto en España como en el resto de las democracias los avances han sido realizados por gobiernos de todo signo. En muchos países, las mujeres han sido jefas de Estado o presidentas del Gobierno, aunque España sigue siendo la excepción en este último aspecto. Desde Suárez hasta Sánchez se han ido produciendo notables avances en el ámbito público. Es cierto que el actual inquilino de La Moncloa intenta apropiarse de todo, con el descaro que le caracteriza, para ser el más feminista. Un análisis riguroso de la labor de sus antecesores muestra que todos ellos avanzaron en la buena dirección. Y no tengo la más mínima duda de que quien le suceda no abandonará esa dirección.

La obsesión de la izquierda por apropiarse de estos temas o esgrimir el pensamiento único resulta bastante cansina, pero, además, hace un flaco favor a la igualdad de la mujer. Me gusta mucho más este término que el feminismo, porque lo utilizan de forma excluyente. No me importa que le moleste a Sánchez, pero políticas como Isabel Díaz Ayuso, María Guardiola, Marga Prohens, Cuca Gamarra o Cayetana Álvarez de Toledo muestran la fuerza y el poder femenino en el PP. Aznar nombró a dos mujeres al frente del Congreso y del Senado mientras que Rajoy tuvo a Soraya Sáenz de Santamaría como vicepresidenta única. No solo es el número, sino las responsabilidades que ocupaban y ocupan dentro de este partido. Esto es igualdad y no las soflamas de una izquierda golpeada por los escándalos protagonizados por figuras tan importantes como Ábalos, Errejón y Monedero. Al PP le votan millones de mujeres que saben que el centro derecha es el mejor y más sólido camino hacia la igualdad, el progreso y la defensa de la Constitución y el Estado de Derecho.

En muchas ocasiones he dicho o escrito que llegaremos a la plena igualdad cuando no sea necesario celebrar un 8-M y no nos tengamos que preocupar por el porcentaje de mujeres en instituciones públicas, empresas u organismos de cualquier tipo. La violencia es el aspecto más terrible y oscuro de esa desigualdad, aunque no es algo que afecte solo a nuestro país. Las cifras son desoladoras, pero vemos cómo en países de nuestro entorno se producen sucesos sobrecogedores como los que se han juzgado o se están juzgando en Francia. Los datos ponen de manifiesto que en las naciones que considerábamos más avanzadas se produce una violencia igual o mayor que la que sufren las mujeres en España. No hay duda de que se ha avanzado, pero todavía queda un largo camino por recorrer hasta alcanzar la plena igualdad, la erradicación de los comportamientos machistas y la desaparición de la violencia.

El avance es plenamente perceptible, porque se ha instalado la tolerancia cero en la mayor parte de la sociedad. Por supuesto, siguen existiendo comportamientos inaceptables, como los que están golpeando a la izquierda, así como lo que se denomina micromachismos. Todo ello no puede servir de justificación para los excesos dialécticos de la izquierda radical o la apropiación de esta bandera por el sanchismo. La realidad es que han fracasado. El centro derecha gana las elecciones, porque tiene un amplio apoyo entre las mujeres, pero también entre los jóvenes. Los datos de las encuestas electorales, salvo para las sesgadas y desprestigiadas del CIS, muestran que la izquierda sufrirá una nueva y contundente derrota en las próximas elecciones. Esto explica la desesperación de Sánchez y su firme voluntad, está en su derecho, de mantenerse a cualquier precio. Por supuesto, la presencia de mujeres en posiciones muy importantes en el centro derecha las encontramos, también, en los partidos nacionalistas como Junts o el PNV. Y, desde luego, todas ellas son mejores gestoras que Yolanda Díaz, Mónica García, María Jesús Montero, Francina Armengol o Sara Aagesen.

No hay más que comparar su labor con la que desarrollan las presidentas de las comunidades autónomas gobernadas por el PP. Frente a la catastrófica labor de Mónica García, que fracasó al frente de Más Madrid y ahora lo hace en el ministerio de Sanidad, no hay más que compararla con el éxito clamoroso de Ayuso como presidenta de la comunidad de Madrid. El problema de Sánchez es que no busca a las mejores, sino que elige a fieles sanchistas, poco preparadas, inexpertas y sectarias. Lo mejor es que hiciera un cambio de Gobierno y buscara buenos perfiles como ha hecho con la remodelación de su equipo en La Moncloa.

Francisco Marhuenda es catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE)