Tribuna
Franco no habría mentido mejor
En la España de 2025 no hay ninguna excusa para ser mentirosos y diplomáticamente trogloditas
La política exterior española tiene una larga tradición de doblez que se remonta, como poco, a Franco. El dictador tardó mucho en reconocer oficialmente la existencia de Israel y llegó a acariciar la idea de crear algo así como una División Azul árabe. Luego en la práctica pasaban cosas como que el «irreconocible» Mossad ayudaba a formar los embrionarios servicios de inteligencia españoles o que aviones ingleses y americanos que acudían en ayuda de los israelíes en 1973 repostaban en el espacio aéreo español a sabiendas de que las autoridades mirarían para otro lado. Incluso se dio el caso de diplomáticos de nuestro país en países árabes que hicieron de mensajeros informales para Estados Unidos y el joven Estado judío.
Por lo menos Franco no actuaba así por razones de electoralismo sino de pragmatismo: trataba de mantener sus buenas relaciones con el mundo árabe a la vez que iba acomodando su política a una realidad donde Israel había venido para quedarse y reconocerlo así era una manera de asegurarse el respeto de Estados Unidos. Hasta los egipcios acabaron haciendo una jugada similar, forzando el reconocimiento de Israel para sacudirse las zarpas de la Unión Soviética. En cuanto la guerra fría se enfrió del todo, las bases americanas en España habrían perdido rápidamente su valor estratégico de no ser por el polvorín de Oriente Medio. Franco, como buen militar, se daba cuenta de estas cosas y de la importancia de nadar y guardar la ropa. En mi libro «De cómo la CIA eliminó a Carrero Blanco y nos metió en Irak» (Destino) -título irónico, aclaro…-, recupero las conversaciones que Kissinger mantuvo en Madrid con Franco y con el Rey Juan Carlos en 1973. Son bastante ilustrativas de todo esto que les cuento.
Ya en democracia, aquí hemos visto de todo. La España de Felipe permitió que las bases americanas en nuestro país jugaran un papel clave en la primera guerra de Irak. La segunda fue el principio del fin del aznarismo. Pero aquel fiasco no debería distraer el análisis de lo esencial: Aznar buscaba afirmar una firme apuesta atlántica de España que ojalá hubiera cuajado más y mejor cuando se estaba a tiempo. Ciertamente Aznar pudo haber gestionado aquello con algo más de mano izquierda. Pero cierta izquierda atolondradamente antiamericana y antimilitarista trabajó a dos manos para hacer retroceder los intereses de nuestro país, incluso de nuestro continente, en favor de peregrinos intereses propagandísticos. Resultado, se nos ha quedado una Europa preciosa, donde nos damos de menos de comprar armas a Israel, pero no de depender del gas ruso. Y en estas llega Trump y nos pilla como nos pilla.
Zapatero fue un presidente estruendosamente antiamericano de boquilla mientras su ministro Moratinos trataba desesperadamente de sacar la cabeza en Washington, la entonces también ministra Carme Chacón trataba de abrir nuevas bases americanas en nuestro territorio y los tristemente famosos «vuelos negros» de la CIA asaltaban nuestros cielos sin que nadie mirara qué llevaban dentro.
Y llegamos al último gran sainete: «Balas sobre Marlaska». La teatral cancelación del contrato ya firmado para comprar munición a Israel no sólo es un acto hipócrita, vista la larga lista de contratos previos y nuestra profunda dependencia de la asistencia israelí en materia de defensa y de ciberseguridad; no sólo es un acto temerario, viniendo de una supuesta democracia estable que debería honrar sus compromisos; es también un acto de pura y dura propaganda que nos va a salir muy caro a los contribuyentes, que no nos libraremos de pagar lo que ya estaba firmado.
Decir una cosa y hacer la otra no es algo para presumir en ningún momento histórico. Pero me temo que habrá que concluir que Franco tenía excusas para actuar así que los actuales gobernantes españoles no tienen. En la larga noche de la dictadura, España estaba aislada, muy aislada. Sus opciones eran las que eran. En la España de 2025 no hay ninguna excusa para ser mentirosos y diplomáticamente trogloditas. No sé qué da más pena: si que los mismos que se alinean con Nicolás Maduro y con Hamas se atrevan a cuestionar el derecho de Israel, no ya a defenderse, sino a defendernos -insisto, como en Tel Aviv se tomen en serio nuestra «política», tendremos un serio problema…-, o que se juegue con las instituciones sufragadas por todos los contribuyentes para hacer aquelarres de agit-prop que si fueran sinceros, serían inmorales. Pero que, siendo además una profunda hipocresía, nos dejan colgando de la brocha de una profunda irresponsabilidad. E inseguridad.