Editorial

Galicia no está a salvo de la peor izquierda

El riesgo de la desmovilización está ahí y tanto Feijóo como Rueda se han aplicado con inteligencia en la pelea por el último voto

A una semana de la primera gran cita electoral de un año que se prevé crucial para el país, la conclusión es que nada está decidido en Galicia. Las mayorías absolutas del PP con Alberto Núñez Feijóo no aseguran el éxito y el partido hegemónico en la comunidad afronta la cita con el hándicap conocido de que su única posibilidad de proseguir en la Xunta es que los votantes le otorguen una mayoría absoluta, que es una misión de extraordinaria complejidad, lo que otorga todavía más mérito a las cosechadas hasta la fecha por lo que suponen de confianza renovada en un proyecto y en un estilo de dirigir los destinos de la comunidad. Dada la cultura política de la izquierda en este país, si no se diera el triunfo preciso, aunque fuera por un parlamentario, se activaría el ya conocido pacto de perdedores en el que todas las siglas, sin atención a sus proyectos ni al interés del ciudadano, sumarían para garantizarse el poder. Tal es el sectarismo, la arbitrariedad y el escaso respeto a la voluntad de los electores que debiera ser soberana, pero que es ninguneada de manera contumaz. Llegados a este punto de la democracia sanchista, y conocido el bagaje y el perfil de los grupos de la oposición gallega, no cabe esperar ni un ejercicio de responsabilidad ni siquiera de integridad en la gestión del escrutinio popular. Han demostrado con reincidencia que el fin justifica cualquier medio y que ese y no otro es el principio que guía su paso por la vida pública. Es verdad que casi todas las encuestas solventes publicadas han refrendado esa mitad más uno de los escaños de la Cámara para Alfonso Rueda. También la que publicamos hoy constata que los gallegos respaldarán un nuevo gobierno del PP para los próximos cuatro años con un saldo holgado de 40/41 diputados. El sondeo de NC Report recoge además la primacía del BNG en la izquierda, con una subida notoria hasta los 21/22, convertido en el voto útil en detrimento del PSOE, incapaz de frenar su hemorragia de apoyos, y el Sumar de Yolanda Díaz, que tendrá complicado desprenderse de su condición extraparlamentaria. Para los socialistas gallegos el peaje de las barbaridades del sanchismo es muy duro, pues pierden uno de cada tres sufragios en una carrera hacia la irrelevancia. Con todo, y dada la trascendencia que tendría para España la mayoría absoluta del PP y el fiasco de los socios de la Moncloa, la cautela debe ser máxima dado los precedentes de las pasadas generales de julio. El riesgo de la desmovilización está ahí y tanto Feijóo como Rueda se han aplicado con inteligencia en la pelea por el último voto. Galicia no se encuentra a salvo de la peor izquierda que es la que representa el BNG, travestido de la mano de su candidata Ana Pontón de proyecto tranquilo e integrador. Nada más lejos, el Bloque es un aliado de Otegi, enemigo de la Constitución y de los derechos que ampara, con un programa extremista y excluyente, que reniega de la Guardia Civil, de la libertad en el idioma, que pretende la desconexión con el Estado. Galicia sabe lo que se juega.