
Tribuna
General Agualongo, 20 vidas fiel
«Si tuviese veinte vidas, estaría dispuesto a inmolarlas por la Religión Católica y por el Rey de España», al igual que, en el último instante, gritó fiel a sus principios: ¡Viva el Rey!
San Juan de Pasto es una ciudad del suroccidente de Colombia ubicada a 930 kilómetros de Bogotá y a tan solo 90 de la frontera con Ecuador, de manera que, en su día, formando parte del Virreinato de Nueva Granada, para asuntos religiosos y judiciales dependía de Quito y de su Audiencia. El capitán Hernando de Ahumada, hermano mayor de Santa Teresa de Jesús, fue su regidor perpetuo, y sus restos reposan en dicha ciudad.
Denominada «La puerta del sur» porque era el único paso terrestre posible para la circulación de personas, armamento y provisiones entre Bogotá y las ciudades de la Audiencia de Quito, del Virreinato de Perú. De ahí su importancia estratégica.
San Juan de Pasto se caracterizó por su constante e inquebrantable lealtad al Rey de España. Los pastusos no hallaban razones para separarse del Reino, pues las autoridades españolas le garantizaban una vida de relativa tranquilidad y prosperidad, frente a la incertidumbre de los nuevos dirigentes criollos.
Se entiende así que su Cabildo respondiera a los rebeldes en abril de 1814 de manera tan rotunda «¿Con que autoridad se han creado aquestas revoluciones, pretendiendo por la fuerza o sujetarnos o destruirnos al mismo tiempo que se decanta la libertad?». En aquellos tiempos corría un dicho popular decía «No habrá libertad mientras hubiera libertadores»
El temor de destrucción de Pasto no era infundado. Bolívar, con su extrema crueldad para con quienes no compartían sus objetivos, no dudaba en amenazarlos: «Lograremos en fin destruir a los pastusos… Yo he dictado medidas horribles contra ese infame pueblo. Ya está visto que no se puede ganar, y por lo mismo es preciso destruirlos».
En la lucha del pueblo pastuso en defensa del Rey de España, brilla con luz propia un nativo «bajito y feo» nacido en 1780, que ascendió de soldado a General de Brigada de los reales ejércitos de España, casi siempre por méritos de guerra, pero que desgraciadamente murió fusilado el 13 de julio de 1824, hace ahora 200 años, por las tropas de Bolívar.
Juan Agustín Agualongo Cisneros, nacido en Pasto, indígena para unos, mestizo para otros, ejerció la profesión de «pintor al óleo», hasta que el 7 de marzo de 1811, sentó plaza como soldado voluntario en la 3ª compañía de Milicias del Rey.
Destacó en numerosos hechos de armas que le granjearon un enorme prestigio al frente de sus tropas, con fama de imbatible, se enfrentó y venció a los principales líderes independentistas: Herrán, Mosquera. Córdova, Obando, Flores, Santander y Bolívar, entre otros.
En 1822, cuando la causa independentista ya se había impuesto, Pasto seguía siendo un bastión realista. Por órdenes expresas de Bolívar, el mariscal Sucre escribió una de las páginas más abominables de la historia de América, en una detestable jornada conocida como «Navidad Negra». Tropas bolivarianas cometieron todo tipo de asesinatos, violaciones, vejaciones, y degradaciones contra su propio pueblo: los pastusos.
Es a partir de entonces cuando Agualongo se convierte en el líder indiscutible de la resistencia realista, creando una nueva milicia a base de indígenas escasamente armados, pero fuertemente motivados en la defensa de la causa realista.
La última batalla que libra Agustín Agualongo se produce a principios de junio de 1824 en la localidad de Barbacoas, donde resulta herido de una pierna. El 24 de ese mes es capturado por el bando republicano y se le ofrece la posibilidad de perdonarle la vida a cambio de jurar lealtad a la Constitución colombiana. Agustín Agualongo, en un acto de enorme integridad, responde de forma tajante: ¡Nunca!.
Como consecuencia de esta categórica respuesta, es condenado a muerte. Al enterarse, demandó que se le permitiera ser fusilado con su uniforme de coronel del ejército español, ya que murió sin conocer que se le había concedido el ascenso a General de Brigada.
El 13 de julio de 1824 se dispuso frente al pelotón de fusilamiento con una dignidad ejemplarizante, pues según sus palabras: «Quiero morir mirando a la muerte de frente, soy hijo de mi estirpe, quiero morir con mi uniforme, no me venden los ojos».
Según relatan sus biógrafos, el general Agualongo encaró los momentos previos a su ejecución con gran entereza en donde incluso llegó a afirmar con enorme solemnidad: «Si tuviese veinte vidas, estaría dispuesto a inmolarlas por la Religión Católica y por el Rey de España», al igual que, en el último instante, gritó fiel a sus principios: ¡Viva el Rey!
Su tumba fue profanada por el movimiento terrorista M-19, al que perteneciera el actual presidente colombiano Gustavo Petro, y sus restos secuestrados hasta una posterior devolución. En Pasto, Agualongo sigue vivo en su memoria colectiva.
Doscientos años más tarde, una posible visita del Rey de España a los restos de su general más fiel podría ser otro motivo más de hermanamiento entre España y Colombia, después de tantos años de historia común e intensos lazos fraternales.
✕
Accede a tu cuenta para comentar