El canto del cuco

El Gobierno más débil

Nunca había visto uno a Sánchez, al levantarse la sesión, tan ojeroso, con tal rictus de abatimiento y con la marca de la derrota en el rostro

No sé si el Gobierno de Pedro Sánchez está, como ha dicho Feijóo, con respiración asistida después del primer fracaso parlamentario sobre la amnistía a los separatistas catalanes, pero quedan pocas dudas de su fragilidad. Es el Gobierno más débil y vulnerable de la etapa democrática. Está a merced de los que confiesan abiertamente que a ellos no les importa nada la gobernabilidad de España; que están a otra cosa. Pero sus siete votos, como siete clavos en el ataúd del PSOE, son imprescindibles para sostener la legislatura. Dicen en La Moncloa que, pase lo que pase, la agotarán, con Puigdemont o sin él, con amnistía o sin ella, con presupuestos o prorrogando los anteriores. Tratan de salvar la cara y dulcifican el golpe del martes por la tarde en el Congreso de los Diputados argumentando que no han sido los de Junts los que han frenado la amnistía sino ellos por negarse a cruzar determinadas líneas rojas. Pero el hecho es que nunca había visto uno a Sánchez, al levantarse la sesión, tan ojeroso, con tal rictus de abatimiento y con la marca de la derrota en el rostro.

Este Gobierno de coalición, cada vez más escorado a la izquierda, ha superado mejor de lo previsto el arduo problema de la covid, ha logrado algunas mejoras sociales –empleo, salario mínimo…–, no se ha hundido la economía, como muchos temían, hay paz social, gracias a la sumisión de los sindicatos, se ha desatado el consumo y el turismo, y, aparte de las protestas políticas, la calle está tranquila, sigue alegre y confiada. La amnistía, que abre los telediarios y ocupa las portadas de los periódicos, preocupa a una parte mínima de la población: el 0,6 por ciento según el CIS. Hay, pues, un escandaloso desajuste entre la España oficial y la España real. Pero hace mal el «sanchismo» en conformarse con ese argumento antipolítico para seguir en el burro. Eso es lo que hacía el franquismo, con sus innumerables años de paz, y lo que hacen todos los autócratas. También entonces había tranquilidad en la calle, fueron viniendo los turistas, aparecieron los «Seiscientos», empezó a funcionar la Seguridad Social, llegaron los Planes de Desarrollo, crecieron las clases medias y hasta se hicieron más pisos de protección oficial que ahora. Pero faltaba algo importante: la democracia, la alternancia política, la libertad, la igualdad ante la ley, la independencia judicial y, en resumidas cuentas, el Estado de derecho. De eso se trata. Eso es lo que está amenazado con la continuidad de una legislatura imposible, en manos de socios poco fiables.