El bisturí
Una gran coalición de traidores
Una cosa es apoyar la investidura y otra sostener durante cuatro años a un presidente títere si no se le puede exprimir más o los frutos arrojados tras lo exprimido se convierten en indigestos
Aunque seguramente él piense lo contrario, la legislatura que ahora se abre no va a constituir un paseo triunfal para Pedro Sánchez si finalmente cosecha los apoyos necesarios para resultar investido, lo que parece más que probable. Pese a sus arengas mitineras de estos días, parece cada vez más claro que la izquierda radical, los herederos políticos de ETA, los nacionalistas vascos y los secesionistas catalanes darán el sí quiero al líder del PSOE porque la posición de debilidad de este último es tal, que confían en sacarle hasta los higadillos a cambio de convertirle de nuevo en presidente del Gobierno.
La alternativa de que gobierne Alberto Núñez Feijóo daría al traste con este generoso reparto de dádivas y no es opción en estos momentos en la mente de los que pasarán en cuestión de días a regir los designios de la España que tanto vilipendian, por mor de las matemáticas electorales y de la falta de escrúpulos del sanchismo. Pero una cosa es apoyar la investidura y otra sostener durante cuatro años a un presidente títere si no se le puede exprimir más o los frutos arrojados tras lo exprimido se convierten en indigestos. Además, el apego por la traición anida en la naturaleza de los futuros socios de Sánchez, y es más que probable que harán uso de ella cuando las circunstancias les vengan mal dadas.
El ejemplo paradigmático de este espíritu de veleta lo encarna el PNV, partido, recuerden, que apoyó la moción de censura contra Mariano Rajoy días después de bendecir sus presupuestos. Sus coqueteos con Sánchez durante los últimos cuatro años no han hecho más que restarle votos y todo apunta a que Bildu se convertirá en la primera fuerza vasca en las próximas elecciones en esa comunidad. ¿Seguirá apoyando el PNV a Sánchez en caso de debacle en esos comicios? ¿Puede confiar en gobernar con el apoyo del Partido Socialista de Euskadi (PSE) si Bildu también depende de esta formación para gobernar? Sea como fuere, lo cierto es que siempre habrá un perjudicado y un beneficiado vasco por situarse en la órbita de los socialistas, y es lógico pensar que el primero terminará revolviéndose.
Desde el lado del independentismo catalán, la situación es parecida. Parece lógico también vaticinar que ERC y Junts irán radicalizando aún más sus discursos en un intento de atraerse al electorado y restar apoyos al Partido Socialista de Cataluña (PSC), el gran beneficiado de lo que sucede en este territorio. Las dos formaciones secesionistas irán cumpliendo metas, pero a costa de ver cómo los de Salvador Illa les sobrepasan de forma holgada, con lo que el rédito real que obtendrán a cambio de su chantaje será escaso, tanto si Sánchez cede a todas las exigencias como si no. Su declive electoral, desde luego, ya ha empezado, por lo que tampoco parece descabellado pensar que terminarán actuando también de forma cainita.
Y tampoco soplan buenos aires para el aspirante a presidir el Gobierno desde el lado de la ultraizquierda, por el enfrentamiento entre Podemos y Sumar. ¿Aceptarán los de Belarra apoyar un gobierno sin al menos un ministro que proceda de su formación? ¿Permitirá Yolanda Díaz a Sánchez designar para su gabinete a alguien de Podemos? ¿Tragará Podemos y mantendrá su apoyo si es relegado al ostracismo? ¿Y cómo reaccionarán los ultraizquierdistas a medida que constaten que Sumar también se desinfla? Todo aboca, en fin, a inestabilidad y a adelanto electoral.
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