Aquí estamos de paso

Guerras locales, objetivo global

Hoy el mundo es menos seguro y las potencias tiran los dados sobre el mapa como si de un juego de estrategia se tratase

El aniversario de aquel 7 de octubre en Israel ha vuelto a traer imágenes de la barbarie, con videos de milicianos disparando contra coches repletos de gente, asaltando casas, asesinando a hombres, mujeres y niños, secuestrando a chicos y chicas que disfrutaban en un festival al aire libre. Son estampas de una violencia lejana que abrazamos como nuestra al contemplar en toda su crudeza lo que solo habíamos visto en las películas. La muerte real es un espectáculo insoportable. Un año después dudo que quienes idearon y prepararon aquella matanza, los que de ellos queden hoy vivos, estén satisfecho con los resultados de su acción. Imagino que pensaban descolocar a la fiera cuando en realidad despertaron al monstruo. Gaza ha sido borrada del mapa, con ella más de 40.000 vidas humanas; no hay ya hospitales, ni carreteras, ni administración, ni nada que se pueda llamar civilizado entre los escombros aún humeantes de la devastación. Cisjordania, que no ha sido destruida, está herida en su columna vertebral, y poco queda ya que pueda considerarse seguro o habitable. Vagan sin rumbo ni esperanza cientos de miles de palestinos que se han quedado sin casa y sin futuro. Malheridos y en muchos casos muertos en vida. El derecho de Israel a defenderse de un vecindario que desea su muerte y desaparición es el argumento para una barbarie que sobrepasa los límites imprecisos de lo admisible, por mucho que el único régimen democráticamente homologable en la región sea el de Tel Aviv. La chispa la encendieron los terroristas. Ahora, un Israel crecido al que nadie parece querer o poder parar, se afana en la redefinición de los equilibrios en la zona, dispuesto si es necesario a hacerse con Líbano como se hizo con los territorios palestinos hoy aniquilados. Teherán, que armaba a Hamás y a Hezbolá para desestabilizar al incómodo vecino judío y liberal, vive en un aparente desconcierto esta guerra cuyas consecuencias teme tanto como para no ofrecer a Israel una respuesta contundente. Sabe que eso arriesgaría un conflicto en el que los sátrapas que ahorcan homosexuales y matan a mujeres por no llevar velo, tendrían mucho que perder. Dicen los que saben que si Irán utilizaba a los terroristas de Gaza y Líbano, Israel se sirve de sus avanzadísimos servicios de inteligencia para socavar al régimen de Teherán. Con muchas más posibilidades de éxito, dicho sea de paso.

Un año después de la matanza, Netanyahu y su gobierno extremista están recomponiendo el cuadro de la región con el beneplácito de Estados Unidos, alguna tímida protesta del resto de occidente, y el estrepitoso silencio del mundo árabe.

Rusia inició hace dos años una guerra en Europa con la intención declarada de reorientar el equilibrio político mundial. Israel no lo declara, y menos aún su padrino norteamericano, pero aprovecha un descomunal y crudelísimo error estratégico de Hamás para hacer lo propio en su región.

Es el mismo libreto con secundarios diferentes en el que sin embargo los actores principales son los mismos.

Hoy el mundo es menos seguro y las potencias tiran los dados sobre el mapa como si de un juego de estrategia se tratase. Lo localizarán para hacerlo más digerible al resto, pero sería ingenuo pensar que esto no va a seguir creciendo y los pulsos librándose en distintos territorios hasta la disputa final. No es difícil imaginar cuál será el próximo. Una pista: China lo considera territorio propio.

Feliz miércoles.