El ambigú
Hablemos de democracia
La democracia no puede bajar la guardia, especialmente ante tantos desafíos
Un día como hoy es ineludible hablar de democracia, sobre todo en la actual coyuntura. En el mundo contemporáneo, los sistemas democráticos se enfrentan a desafíos sin precedentes, desde amenazas cibernéticas hasta el creciente populismo, que hacen que los fundamentos de la democracia se encuentren en una situación de vulnerabilidad. Cuestiones como el auge del populismo y el preocupante fenómeno de la polarización son graves peligros, sobre todo si se instalan los dos nada menos que en el gobierno de una nación. Estamos viendo en todo el mundo como los líderes populistas han explotado las divisiones sociales y económicas para ganar poder, provocando un deterioro de las normas democráticas, afectando al respeto por los derechos humanos y atacando incluso la independencia judicial y la libertad de prensa. En paralelo, una división social exacerbada políticamente por razones interesadas ha complicado el diálogo y el consenso político, ambos esenciales para el funcionamiento de las democracias. Todo ello, unido a las posibilidades de ataques externos basados en la desinformación, a través de bulos y ciberataques, nos advierte de la existencia de riesgos muy ciertos para nuestra democracia. Los ciberataques pueden perturbar los procesos electorales, violar la privacidad de los ciudadanos y sembrar el caos en las infraestructuras críticas. La desinformación, difundida en las plataformas de redes sociales, ha demostrado ser capaz de influir en la opinión pública, polarizando aún más a las sociedades y socavando la confianza en las instituciones democráticas. Junto a todo esto surge como factor también de riesgo el intento de determinadas fuerzas políticas de izquierdas, no de luchar contra la desigualdad y descontento social, sino exacerbarlos, para que su discurso sobre la falta de un sistema de distribución justa de la riqueza y los recursos siga más vivo que nunca, y así generar una indignación que, hiperbolizada debidamente, fomente la desestabilización. En este caso también el peligro resulta mayor cuando esto se hace desde partidos y miembros de un Gobierno. Ante tantos y tan variados retos, no puede haber otro objetivo que el de salvaguardar la democracia. Para ello la receta es clara, porque lo que corresponde es fortalecer las instituciones democráticas y promover la educación democrática. Y saber que España cuenta con un sistema constitucional fuerte, con instituciones enérgicas, especialmente el poder judicial, a pesar de los ataques que han sufrido directamente desde las más altas estructuras de poder, y también con un procedimiento electoral muy fiable y seguro, de los mejores del mundo, perfectible por supuesto, pero que no podemos cuestionar, porque donde hay que poner el foco, a raíz de las preocupantes noticias aparecidas los últimos días, no es en el sistema, sino en quienes han cometido graves delitos electorales, quienes están detrás de los mismos y los responsables políticos que non han adoptado medidas de control. De hecho, es la ley y sus servidores quienes han servido para erradicar las conductas nocivas, demostrando en ambos casos su calidad. Está claro que la democracia no puede bajar la guardia, especialmente ante tantos desafíos. Sin embargo, es bueno recordar, un día como hoy, que la democracia sigue siendo el mejor sistema para garantizar la libertad, la equidad y la justicia social y que, con esfuerzos concertados y una voluntad política sólida, es el sistema adecuado para garantizar la convivencia entre españoles. La ciudadanía tiene mucho que decir con su voto al respecto y sabrá hacerlo. Pero no debemos olvidar que lo más importante en una democracia es el respeto a las reglas, porque las reglas lo son todo. No debemos ni podemos olvidarlo, debemos decidir con nuestro voto, porque si no, otros lo harán por nosotros.
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