A pesar del...

Harvard progre

Desde hace algún tiempo se investiga la libertad académica entre las universidades estadounidenses

El que sea noticia que Harvard padezca tics progres, empezando por el antisemitismo, que ha llevado esta semana a la dimisión de su rectora, Claudine Gay, evoca la famosa escena de Casablanca en la que el capitán Renault clausura el local de Rick alegando: «Qué escándalo, aquí se juega», mientras un empleado del casino le entrega unos billetes y le dice: «Sus ganancias, señor».

En efecto, la habitual soberbia de los intelectuales convierte a muchas universidades en centros propicios al totalitarismo. Sabido es que los nazis obtuvieron un respaldo importante en las universidades alemanas, y el último éxito del antiliberalismo en España, el Partido Podemos, no nació precisamente en una fábrica, sino en la Facultad de Ciencias Políticas de la Complutense –allí mismo Pablo Iglesias y sus amiguitos tan progresistas le impidieron hablar a Rosa Díez, con la misma intolerancia que muestran los «woke» norteamericanos en las instituciones académicas–.

Lo extraño, por tanto, no sería encontrar antiliberales en Harvard, que durante décadas alojó a profesores de izquierdas. Lo raro es encontrar allí ideas liberales. No es que no existan en América o en el mundo sino que hay que buscarlas con cuidado, y generalmente en otra parte. O en otro tiempo. Nuestra escolástica produjo teorías liberales en los siglos XVI y XVII. Después ya fue algo más difícil, porque la Ilustración combinó la defensa del libre comercio con el ataque a la propiedad privada. Y después resultó muy difícil, por la hegemonía de los que Hayek llamó acertadamente «los socialistas de todos los partidos».

La novedad, pues, no es la acción progre en las universidades, sino la reacción que ha suscitado. Desde hace algún tiempo se investiga la libertad académica entre las universidades estadounidenses, y, como apuntó el profesor Richard K. Vedder, del Independent Institute, la peor situada es, justamente, Harvard. Tampoco quedan demasiado bien los otros centros más elitistas.

Se está abriendo camino un cuestionamiento al progresismo más bobo y sectario del mundo académico, ya se critica la corrección política y la discriminación positiva, mientras que algunos donantes están favoreciendo otras universidades menos intolerantes y más plurales. Algunos antiliberales se dan cuenta del peligro, y lo intentan neutralizar mediante bulos. Advirtió Paul Krugman en «El País» sobre «la mayor amenaza para las universidades de EE UU». No es el progresismo, claro, sino la derecha.