La situación
No hay café para todos
«Moncloa ha entregado al independentismo irredento estructuras de Estado»
Allá por los albores de la Transición, en la segunda mitad de los años 70, Manuel Clavero, ministro de Adolfo Suárez, fue capaz de resumir con una expresión muy española la filosofía con la que se crearía el Estado autonómico: podría haber comunidades con más competencias que otras, pero habría «café para todos». Esta doctrina se fundamentaba en una norma básica de cualquier democracia, y que quedó plasmada en el que –a ojos de quien firma estas palabras– es el artículo más importante de nuestra Constitución, el 14: «los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social».
Quienes nunca aceptaron el igualitario «café para todos» fueron los nacionalistas vascos y catalanes, deseosos de plasmar en las normas nacionales y en sus estatutos de autonomía que, como diría George Orwell, «unos son más iguales que otros». Así lo han intentado y así lo han conseguido desde entonces, gracias a su capacidad para presionar, condicionar y hasta chantajear a los gobiernos que no disponían de mayoría absoluta.
Ahora, Pedro Sánchez no solo no tiene mayoría absoluta, sino que está en clara minoría parlamentaria. Por tanto, se dan las condiciones perfectas para que el chantaje se ejecute cada poco tiempo, a cambio de un puñado de votos. Y, por supuesto, siempre con la condición impuesta desde el independentismo con sede en Waterloo de que «Cataluña no puede formar parte del café para todos», como ha declarado Jordi Turull, mano derecha de Carles Puigdemont.
Bajo esas condiciones, Moncloa ha entregado al independentismo irredento estructuras de Estado que, como consecuencia, están creando, poco a poco, un «estadito» propio en Cataluña. De tal forma que, cuando sean capaces de crear de nuevo las condiciones políticas y sociales necesarias, recuperarán el espíritu de 2017 y lanzarán un nuevo golpe. Pero esa vez será con más herramientas que aquellas que tenían aquel 1 de octubre de hace algo más de siete años.
La duda no es si eso volverá a ocurrir. La única duda es cuándo ocurrirá.