El ambigú

El hijo pródigo y la amnistía

Primero fue el perdón, después la sedición, y ahora la amnistía, y no es el final

En un sistema democrático no solo las reglas de juego las determinan las Constituciones, sino que además existen principios y normas no escritas cuyo cumplimiento es necesario para defender la propia democracia de excesos y sobre todo de abusos consecuencia de conceder a una mayoría parlamentaria coyuntural una legitimación superior a cualquiera otra mayoría conformada en el pasado o que pueda existir en el futuro. Tolerancia mutua y contención en el ejercicio del poder se configuran como dos principios básicos y pautas de actuación para el desarrollo de una buena práctica política, las cuales no están recogidas en ninguna Constitución ni en Ley alguna, pero que se presentan como principios necesarios. Tolerancia mutua para reconocerle al adversario político la legitimidad democrática de ser alternativa de gobierno, aunque se intente por medios democráticos que no lo sea. Y contención para saber advertir que determinado ejercicio de las prerrogativas y las competencias de las que dispone un gobierno no siempre han de ejercerse, o al menos, en toda su intensidad, por más legal que resulte. Muy lejos de este escenario se presenta el intento de resolver un conflicto político sometiendo el estado de derecho a una tensión inimaginable tan solo hace medio año, con el pretexto de construir un mejor marco de convivencia en Cataluña se está generando un serio enfrentamiento social y político en el resto de España, y ello no es el mejor camino, sino todo lo contrario. En estos momentos España está siendo conmovida en lo más profundo de sus entrañas y especialmente los principios de su democracia, sobre todo en el estado de derecho tan básico en el desarrollo de una democracia, puesto que fuera de la ley no cabe la democracia, ahora bien la ley no puede convertirse en un instrumento al servicio de una mera utilidad política partidista pretextando la búsqueda del interés general y el bien común, porque lo de verdad es general o común no divide una sociedad, salvo que esto sea lo que se persigue. El proyecto de ley de amnistía se ha convertido en sí mismo en uno de los acontecimientos que más han polarizado la sociedad española en mucho tiempo. De algo que polariza y divide de una forma tan dramática a la sociedad es difícil predicar el objetivo de convertirse en un instrumento dirigido a procurar la normalización institucional tras un periodo de grave perturbación, así como seguir favoreciendo el diálogo, el entendimiento y la convivencia, cuando muy al contrario, podemos estar ante un instrumento legal que ofrece una más que cuestionable ambigüedad, omite hechos relevantes como las leyes de desconexión y el uso delictivo de fondos públicos, ofrece más que serias dudas sobre su eficacia para resolver el conflicto político, discurre totalmente apartada de la realidad actual, y muy lejos de nuestro marco legal y constitucional. La parábola del hijo pródigo (Lc 15, 11, 32) muestra cómo se ejerce el perdón y la misericordia frente a aquel que ha cometido un grave error y se redime, venciendo la oposición al perdón del hijo que siempre ha estado al lado de su padre, pero este ejercicio de perdón se hace sobre la base del reconocimiento del pecado. En este caso nos encontramos en una situación totalmente contraria, quien ha cometido una grave deslealtad contra nuestro orden constitucional y quien ha cometido graves delitos se muestra orgulloso de ello, sin sentimiento alguno de culpabilidad, y además considerando que todos los demás nos hemos equivocado, y que además ha provocado una situación de injusticia que debe ser reparada mediante el olvido del delito. Primero fue el perdón, después la sedición, y ahora la amnistía, y no es el final.