Editorial
La inflación es real y los españoles la sufren
El sanchismo quiere convencernos de que disfrutamos de una historia de éxito. Pero, si fuera así, quién necesitaría tanto escudo social...
De los discursos sobreactuados y arrogantes del Gobierno ha desaparecido como por ensalmo la inflación. La economía española va como un cohete y somos la envidia del mundo, locomotora de Europa, pero el asunto de la evolución de los precios y su impacto sobre las rentas, que alguna relación guarda con el bienestar y la prosperidad de las familias y las empresas, ni se toca. Echar un vistazo a la evolución del IPC de los últimos meses resulta alarmante, si ampliamos el foco al periodo sanchista, desolador. La inflación, ese impuesto escondido, el de los pobres, se ha disparado en estos seis años por encima del 21%. La dinámica explica la ley del silencio oficial ante un fenómeno que somete a las familias con desesperantes dificultades para llegar a final de mes. No hay visos de mejora. Febrero no ha dado tregua, sino que ha constatado un empeoramiento de la situación. Los precios subieron una décima hasta el 3%, por el alza de la electricidad, su cota más alta desde el pasado junio. Especialmente preocupante es la variación en términos mensuales y el incremento de un 0,4%, dos décimas más de lo que creció en el arranque del año, hasta acumular cinco meses consecutivos de ascensos que han consolidado la tendencia en un periodo incontestable y muy peligroso de extracción de la riqueza. El escenario es grave por más que el Gobierno y el ministro de turno prefieran comparecer para jactarse de una economía oficial que es incompatible con la real. Las tensiones inflacionistas golpean a la sociedad sobre niveles de precios muy elevados alcanzados en las semanas precedentes, lo que impacta con mayor crudeza sobre rentas y ahorros. Resulta incuestionable, y ofende siquiera que se plantee un relato alternativo de éxito en Moncloa, que el poder adquisitivo de los españoles ha sufrido una merma notable que ha obligado en paralelo a ajustes en consumo, incluida la cesta de la compra, y otros gastos corrientes. La responsabilidad del Gobierno y de sus políticas fiscales y de prodigalidad pública en el deterioro de las condiciones de vida de los hogares y las empresas, sometidas estas también a serias dificultades para ser competitivas por la nociva evolución de los precios, son una evidencia que únicamente puede rebatirse desde la mentira. Camino del centenar de subidas impositivas, sin deflactar siquiera el IRPF, en récord de recaudación fiscal, y con los precios por las nubes, es manifiesta la voluntad del sanchismo de asfixiar y endeudar a los españoles para salvar sus políticas clientelares, claves en la supervivencia del poder. España no llega a fin de mes. Una de cada cuatro familias está en riesgo de pobreza o exclusión. Cada vez pagamos más para recibir menos, pero el sanchismo quiere convencernos de que disfrutamos de una historia de éxito. Pero, si fuera así, quién necesitaría tanto escudo social...