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Insensateces

Lo interno

El feminismo clásico, ese que ahora está mal visto, cree que la igualdad con el colectivo trans no es más que el borrado de las mujeres, de sus avances, de sus logros

Hay un debate muy interesante, muy importante. Lo ha abierto una decisión del Tribunal Supremo del Reino Unido. Y creo que, en la medida en que sean capaces, los hombres deberían retirarse del mismo. No por nada, es que incumbe a las mujeres, a las distintas mujeres que están reconocidas en muchas partes del planeta. En plena Semana Santa en España, el Tribunal Supremo del Reino Unido ha dicho que la definición de mujer que contempla la Ley de Igualdad de 2010 hace referencia expresa y única a la mujer biológica. Esta Ley es el principal instrumento jurídico en la lucha contra cualquier tipo de discriminación en ese territorio, por lo que, tras esta decisión, queda limitada la definición legal de mujer y supone la victoria (o así se entiende) de las organizaciones que rechazan la inclusión en ese género de las personas trans. Digo que el debate pertenece a las mujeres porque son las mujeres las que deben expresarse sobre si esta decisión judicial es un recorte de derechos para sus iguales o es una recuperación del terreno que están perdiendo. El feminismo clásico, ese que ahora está mal visto, cree que la igualdad con el colectivo trans no es más que el borrado de las mujeres, de sus avances, de sus logros. Y lo creen porque todos esos pasos que se han dado adelante por la igualdad todavía no están consolidados.

Así que, ambas posturas son necesarias en este debate. Es necesaria la vehemencia de las jóvenes, dispuestas a salir a la calle a defender que todas seamos iguales en posibilidades. Y que esas posibilidades incluyan que las mujeres biológicas perdamos medallas deportivas. Que no lo digo yo, que lo dice un informe de la ONU que asegura que hay 29 disciplinas en las que las mujeres trans se han llevado los metales en detrimento de las biológicas. Pero todo va más allá en la vida civil, donde las ayudas, las subvenciones y hasta los presupuestos que se derivan para conseguir la igualdad real entre los sexos, puede llevárselos un señor que, de manera sobrevenida, tal y como permite la ley en España, pueda mañana inscribirse como mujer en un juzgado. Y está pasando. El debate es delicado. Pero debemos abrirlo.