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Las correcciones
Trump podría romper una de sus promesas más sagradas para asestar un golpe terminal a los ayatolás
Irán ha sido la máxima prioridad de Benjamin Netanyahu, el primer ministro más longevo de la Historia de Israel aunque no haya sido en mandatos consecutivos. Para algunos ha sido incluso una obsesión. Memorable fue la intervención en la Asamblea General de Naciones Unidas en la que mostró una pancarta con la Bomba Atómica Iraní. Israel ha invertido durante años todos los recursos y capacidades de su sofisticado aparato de seguridad para recabar información sobre el programa nuclear iraní que ha considerado, siempre, una amenaza existencial.
Tras debilitar a sus «proxies» en Oriente Medio, Hamás en Gaza y Hizbulá en Líbano, Israel ha empezado una guerra aérea contra Irán que persigue un doble objetivo estratégico. La destrucción, por una parte, de los programas nucleares y balísticos de la República Islámica y el debilitamiento, por otra, del régimen teocrático sin descartar su descabezamiento. El líder Supremo iraní, el gran ayatolá, Ali Jamenei, permanece escondido en un búnker desde que comenzaron los bombardeos aéreos contra los objetivos militares y civiles iraníes hace una semana. Jamenei sabe que su destino podría tener los días contados. Israel ya fulminó al jeque de Hizbulá, Hasan Narsalah, en un potente bombardeo en Beirut, o a Ismail Haniya, líder de Hamás, cuando asistió al funeral del entonces presidente iraní (muerto en un misterioso accidente aéreo) Ebrahim Raisi, en el centro de Teherán. Toda una humillación para la Guardia Revolucionaria iraní que no pudo hacer nada para impedir este asesinato selectivo del Mossad.
Sin embargo, Israel por sí solo no puede destruir el programa nuclear iraní, necesita la intervención decisiva de Estados Unidos. El presidente estadounidense, Donald Trump, aseguró en campaña que terminaría con las guerras lejanas, pero podría romper una de sus promesas más sagradas. Estados Unidos huele a sangre y su presidente podría no resistirse a infringir una derrota ejemplarizante contra la República Islámica. Un aviso para navegantes. Trump podría aprobar el uso de las megabombas antibúnker MOP, el arma convencional más potente, para destruir gran parte de las instalaciones subterráneas de enriquecimiento de uranio, especialmente las de Natanz, que están enterradas a 20 metros bajo tierra y recubiertas por unos 2 metros de hormigón armado y la de Fordo, que se encuentra más protegida, en una montaña a unos 80 metros bajo tierra. El director del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), Rafael Grossi, ha asegurado que algunas de las instalaciones más sensibles de Fordo podrían estar enterradas aún más profundamente. «He estado allí muchas veces», declaró recientemente al «Financial Times». «Para llegar allí hay que bajar por un túnel en espiral, cada vez más abajo». Los expertos aseguran que para destruir Fordo, la joya de la corona del programa nuclear iraní, se necesitarían dos bombas MOP que impactaran exactamente en el mismo punto. El bombardeo podría funcionar y lograr sus objetivos pero también implica riesgos internos y externos para el actual inquilino de la Casa Blanca. Podría arrastrar a Estados Unidos a un nuevo conflicto en Oriente Medio y revolver sus bases. Dos de los puntales de MAGA, el estratega Steve Bannon o la congresista Marjorie Taylor Greene, le han pedido públicamente que no vaya a una guerra con Irán. Trump, sin embargo, ha demostrado que no le importa negarse a sí mismo si eso le conduce a una victoria mayor y épica.
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