Apuntes
Los Juegos Olímpicos, qué ilusión
Lástima que la especialidad de «opinión sincronizada» no sea deporte olímpico. Medalla asegurada para Moncloa
Como decía mi añorado amigo Sentís, que en paz descansa, que en París siempre llueve y que en las playas de Río de Janeiro no te puedes bañar son los dos secretos mejor guardados del mundo, y así seguirán porque al ser humano nunca le han importado los hechos si empañan sus más caras ilusiones. Nada más normal, pues, que ver a los Reyes con impermeables bajo el diluvio parisino, aunque hay que reconocerle a los organizadores el detalle de que los ponchos fueran transparentes, que los invitados se habían dejado una pasta en vestirse para la ocasión, y no de ese plástico amarillo de cuando te pasan por el túnel de lavado de las cataratas de Iguazú. Leo por ahí que hubo que acortar la ceremonia de inauguración y que se suspendieron varios números, y, también, que el éxodo de los parisinos comenzó nada más ver a su alcaldesa, Anne Hidalgo, bañarse en el Sena –¡qué buena la película esa de los tiburones por el río que acaba con la destrucción de París–, supongo que consciente de que sus aguas siguen cargadas de bacterias después de dejarse 1.500 millones de euros en su regeneración. Cuando se redactan estas líneas, Juan Garrigós ha conseguido la primera medalla para España, en Judo, y ha recibido las calurosas felicitaciones de Pedro Sánchez, pese a que no es un español racializado, es de Móstoles, y sirve en la Fuerzas Armadas. Como esto siga así no sé qué van a hacer las Belarras, aunque me parece que, a ellas, como a servidor, los Juegos Olímpicos no entran es sus prioridades de ocio. No digo más que Yamal marcó el mejor gol de toda la Eurocopa, sencillamente im-pre-sio-nan-te, de otro planeta, y a las Belarras sólo les importó que el chaval era de origen marroquí. No creo que haga falta racializar a nadie para apoyar la integración de los inmigrantes, reconocer sus aportaciones al conjunto de la sociedad y demandar un poco de serenidad en el debate migratorio, que ya veremos quién nos paga las pensiones si seguimos sin tener hijos y la sanidad se convierte en una máquina de mantener ancianos con una mala salud de hierro, que decía Anson de un amigo mayor, siempre enfermo. Porque la idea de la eutanasia, que como reguladora del presupuesto de la Seguridad Social, al menos en la teoría, no estaba nada mal, está resultando un fracaso, tal vez, porque desde el gobierno de progreso no se han hecho los deberes y falla la propaganda. Hay que comprender que el equipo de «opinión sincronizada» de La Moncloa, que, sin duda, sería una clara opción de medalla en París, lástima que todavía no sea deporte olímpico, está demasiado ocupado en poner a parir al juez Peinado, tipo coriáceo donde los haya, y no tenga más medios para atender todos los frentes. Que, al final, dejas a la ministra María Jesús Montero la defensa del techo de gasto y no tiene más argumentario que el asombro ante la incomprensible postura de los de Puigdemont, que no habían entendido la absoluta maravilla contable de una propuesta que se votaba por sí sola, se lo digo yo que soy ministra del mejor gobierno que ha tenido la democracia española en toda su historia. Por lo menos, Marlaska se comió la cacicada de la ley de Extranjería sin poner morritos, como un socialista de pro. Pero no divaguemos que de lo que se trataba era de advertirles de que se lleven un paraguas si piensan ir a París a ver los Juegos Olímpicos y, de paso, observarán que hay un montón de gente racializada, que los parisinos de souche se han ido a Oliva o a Gandía.
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