Opinión
Lágrimas de cocodrilo
Si lo que intentaba el aparato monclovita es humanizar a su líder, lo máximo será cambiar la idea de distante, calculador y egoísta por la de egocéntrico y resentido.
En su periplo mediático, Sánchez representar el papel de víctima y el de ofendido al mismo tiempo. Como hacia Calimero, aquel personaje de los dibujos animados, pone ojitos y dice que tuvo problemas psicológicos pero, cuando se olvida de la representación, lanza una ofensiva contra medios de comunicación y grandes empresas del país.
No lo puede evitar, el tono, que incluso llega a ser intimidante en algunos momentos, es demasiado agresivo para una víctima, a pesar de que el guion es a medida evitar hablar de los asuntos de fondo.
En realidad, el candidato socialista no es ni víctima ni ofendido, sino que está profundamente enfadado con los periodistas, con la oposición, con sus compañeros y con los votantes porque el 28 M los españoles no votaron lo que debían.
Intenta la remontada a la desesperada pasando horas en programas de televisión en los que repite machaconamente como se ha confabulado medio país para dar una imagen de él que nada corresponde. Es la primera vez que el PSOE transmite un mensaje de amargura y de reproche.
Si lo que intentaba el aparato monclovita es humanizar a su líder, lo máximo será cambiar la idea de distante, calculador y egoísta por la de egocéntrico y resentido. Pero falta un mes de campaña y el tema empieza a agotarse.
Pronto empezarán a asomar los problemas de fondo y, sobre todo, las perspectivas de futuro. Sánchez se empeña en asegurar que no se irá el 24 J a su casa, pase lo que pase. Es previsible que no se irá, al igual que hizo cuando obtuvo 84 diputados y, con tan ridículo resultado, organizó una moción de censura que le llevo a la presidencia.
Cualquier otro líder se hubiese ido a su casa esa misma noche, pero Sánchez telefoneó al diablo y pactó con él. No se sabe bien porqué, esta vez, Sánchez ha puesto el listón en 100 diputados, será que Tezanos le ha susurrado que tendrá 101. Eso sí, si obtiene menos, rectificará y bajará el número de escaños exigible.
Lo que no hará es debatir sobre el deterioro que han sufrido instituciones como el CGPJ, la fiscalía del Estado, el Tribunal Constitucional, RTVE o el CIS. De lo que tampoco hablará es sobre si volverá a pactar con independentistas y con Bildu.
Estas cuestiones son las de fondo y no las lágrimas de Sánchez, porque los cocodrilos también lloran antes de comerse a la presa.
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