El canto del cuco
El largo alcance del día 28
Lo que los turiferarios de La Moncloa presentan como bazas positivas de Sánchez, la polémica de Doñana y la nueva ley de la Vivienda, tiene sus contraindicaciones
Entramos en mes electoral. Eso hace que los comportamientos políticos sólo tengan en cuenta el acontecimiento decisivo de las urnas en el que se juegan su porvenir personal y, según los más idealistas y responsables, el destino de la nación. En este caso, tal como van las cosas, bien puede suceder que el resultado del 28-M marque el futuro de todos nosotros mucho más que en ocasiones anteriores. Hay un clima de cambio de ciclo tras la permanente zozobra de los últimos años. Estamos ante unos comicios que superan el ámbito local o regional. Existe el convencimiento general de que no se trata de unas votaciones rutinarias de andar por casa. La prueba es que tanto Pedro Sánchez como Alberto Núñez Feijóo se han involucrado de lleno en la campaña y no paran de recorrer el país como si fueran viajantes de comercio. Es la prueba del algodón, que no engaña.
En el caso de Feijóo, su despliegue por las distintas comunidades parece razonable, a pesar de su propósito de dar autonomía a los dirigentes regionales. Son sus primeros comicios de alcance nacional, es bien recibido en todas partes y su presencia suma. Sánchez, por el contrario, ha desoído a los que le aconsejaban que no se comprometiera tanto para no convertir el 28-M en un plebiscito nacional sobre su persona y su continuidad. Le argumentan que ha logrado recuperar una cierta iniciativa política con lo de Doñana y la vivienda, y bastante tiene con preparar la presidencia europea. ¡Qué necesidad tenía de jugársela! Es además un político que sufre un gran rechazo popular, hasta el punto de que hay dirigentes regionales de su partido que prefieren que aparezca lo menos posible por sus dominios, convencidos de que su presencia, en vez de sumar, resta.
Si es verdad, como dice Josep Pla, que España es el país de Europa en que las apariencias tienen más fuerza, esto salta a la vista en la presente campaña electoral. Lo aparente oculta casi por completo la realidad. Lo que los turiferarios de La Moncloa presentan como bazas positivas de Sánchez, la polémica de Doñana y la nueva ley de la Vivienda, tiene sus contraindicaciones. En el primer caso, pone en contra del Gobierno y su partido a las asociaciones agrarias y al mundo del campo, decisivo en las elecciones del día 28, y en el caso de la vivienda, el temor a los «okupas» y el hecho de que sea una ley que nace de la mano de Bildu y ERC hacen que la gente la vea con gran recelo.
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