Las correcciones
Líbano y la puerta mágica de Gaza
La agenda israelí contra Hizbulá es más limitada que la de Gaza pues va más allá de la frontera
Hace dos semanas, nuestro compañero Antonio Navarro contó en estas páginas que los soldados de Hizbulá habían dejado de presentar batalla en el sur del Líbano. Los casi dos meses de ofensiva israelí por tierra, mar y aire, -sobre todo aire-, habían hecho mella en la organización político militar, apéndice de Irán en el país de los cedros fronterizo con Israel. «No hay combates terrestres entre Hizbulá y las tropas israelíes», aseguró una fuente contrastada por el periódico y así lo publicamos. Hizbulá no está derrotada, ni ahora, ni hace dos semanas, pero Israel ha infligido un golpe inmenso a su estructura militar.
Tras un año de intercambio limitado de fuego, el conflicto empezó a calentarse en verano. En cuestión de meses, la mayoría de altos mandos de la organización libanesa, incluido su jefe Hasan Nasrala desde la década de los 80, murieron, y gran parte del vasto arsenal de misiles y cohetes del grupo ha sido destruido. Los aviones de combate israelíes hicieron temblar Beirut, explotaron walkie-talkies en una operación audaz del Mosad, y las tropas de tierra se desplegaron en el sur sin llegar a completar una auténtica invasión terrestre. No lo han necesitado. Fuentes de las Fuerzas de Defensa Israelíes (FDI) aseguran que la milicia chií ha retrocedido diez años y se calcula que han perdido en torno a un 70% de sus armas. Los logros militares unido al cansancio de las tropas –los reservistas llevan desplegados un año- han propiciado el alto el fuego de 60 días. El mismo que se creía que estaba cerrado cuando Netanyahu ordenó desde la habitación del hotel de Nueva York el bombardeo de los cuarteles generales de Dahiyeh donde estaba escondido Nasrala. Oriente Medio es una región volátil que cambia en un pestañeo.
No obstante, esta vez, el alto el fuego avanza y la política interna estadounidense ha jugado un papel fundamental en ello. La tregua se extiende hasta la investidura de Donald Trump el próximo 20 de enero. El presidente electo es alérgico a las guerras y Netanyahu es muy consciente de eso. Miembros del equipo de transición afirman estos días que su fuerza ya está teniendo efectos globales, y el nuevo asesor de seguridad nacional, Mike Waltz, atribuye a su jefe el mérito del alto el fuego entre Israel y Hizbulá mediado por la Administración Biden. Netanyahu también sabía que, sin un acuerdo, el actual Gobierno demócrata podría haber tomado «medidas impopulares» o inéditas contra Israel, incluso en el Consejo de Seguridad de la ONU, como ha hecho con Ucrania al levantar el veto al uso de misiles de largo alcance en suelo ruso.
El acuerdo del Líbano da un respiro a la región pero no parece que vaya a abrir la «puerta mágica» de la paz en Gaza. Al revés, Netanyahu aseguró que, con el alivio en el frente norte, se aumentará la presión en el sur y «eso nos ayudará en nuestra sagrada misión de liberar a los rehenes». La agenda israelí en el país de los cedros es más limitada que en la franja. La guerra de Gaza va más allá de la seguridad de las fronteras e incluso de los israelíes secuestrados pues conecta directamente con la barbarie del 7 de octubre. Irán e Hizbulá no supieron entender cómo había cambiado Israel tras el 7O. Por encima de las discrepancias existe un consenso social en el Estado de que la convivencia con Hamás en Gaza ya no es posible.
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