V de viernes

Macrogranjas para gusanos

Construida en Salamanca con una inversión de cien millones de euros, España tendrá la planta de larvas de la harina para consumo humano y animal más grande del mundo

Mis amigos dicen como yo: “no voy a comer insectos”. Lo que ocurre es que seguramente los vamos a acabar comiendo todos, si no lo estamos haciendo ya, a través de productos procesados de diferente condición o por medio de la carne de animales que a su vez comieron piensos producidos con harinas y proteínas de gusanos o larvas. Será difícil zafarse por mucho que queramos. En España tenemos ya en funcionamiento 37 granjas de insectos, y en Salamanca construyen la que será la más grande del mundo. Con una inversión de cien millones de euros, producirá el gusano de la harina por toneladas y su proteína se utilizará para fertilizantes, piensos de animales y después para consumo humano. Lo de fertilizantes puede estar bien, igual que lo de los piensos para los animales. Sobre lo de darnos de comer larvas sin saberlo habría que abrir un debate en la sociedad, que sin embargo no se va a producir. Amparado por la Agenda 2030 y con la idea de liberar tierras de cultivo y ganadería, destinándolas sin más a la biodiversidad, la insectocultura se va a imponer a fuerza de inversiones megamillonarias avaladas por los principales fondos de inversión. Se va a ganar mucho dinero con ella, igual que con la carne sintética, que comeremos también pronto aunque no nos guste. No hace mucho tiempo vimos a Netanhayu degustando carne cultivada en una planta de Israel, de las primeras y más importantes del mundo. Carne artificial, insectos y leche de cucaracha, la tercera de las opciones que será favorecida para sustituir la procedente de las vacas. Un producto “lácteo” que será igualmente cultivado en laboratorio a partir de una nanopartícula de la leche de este bichejo.

La concienciación sobre las cualidades de los insectos ha comenzado, y a partir de ahora nos los van a meter por la boca y por los ojos como snacks, aperitivos, crujientes y en los restaurantes. He comido gusanos e México y hormigas culonas en Sudáfrica. No me gustaron. Aquí ya es legal, gracias a la señora Von der Layen, vender para el consumo gusanos de harinas, larvas de escarabajo, grillos domésticos, leche de cucaracha y el escarabajo del estiércol. Vendrán más, junto a la recomendación de no ingerir carne, porque contamina, y sustituirla por carne artificial, que es muy buena. Aunque no perdamos de vista lo que dicen los veterinarios: comer insectos conlleva riesgos para la salud. Hay que investigar, pues contienen sustancias antinutritivas que activan los procesos inflamatorios como la quitina, y agentes quelantes como los oxalatos, que reducen la absorción de minerales y vitaminas, como las saponinas y la tiaminasa. Los insectos criptotóxicos (algunos escarabajos), generan hormonas esteroideas, y pueden provocar retrasos en el crecimiento, infertilidad, masculinización en las mujeres, edema, ictericia y cáncer hepático. Los glucósidos cianogénicos y el tolueno afectan al cerebro, encontrándose en los cerambícidos, y los necrotóxicos de algunas hormigas. Pero no me gustan las hormigas.