El canto del cuco
El maletilla
Con trazas de maletilla valiente, busca otra oportunidad y sueña con recuperar el favor del público; pero se le ve triste, despechado y solo
Hay que reconocerle a Pedro Sánchez un descomunal descaro y una gran intrepidez. Tampoco le falta labia y capacidad dialéctica. Son virtudes útiles en el ejercicio de la política. En momentos de apuro como éste las ejerce a tope. Hizo algo parecido cuando el partido lo echó a patadas de la Secretaría General. ¡Os vais a enterar quién soy yo! Y tomó el coche, se echó a la carretera y recorrió agrupación tras agrupación vendiendo sus fascinantes planes progresistas, como los charlatanes antiguos vendían crecepelos. Así consiguió recuperar el puesto y no tardando mucho, por arte de birlibirloque, el Gobierno de la nación a costa del incauto Rajoy, al que pilló con el paso cambiado y al que sólo se le ocurrió aquella tarde irse a tomar una copa. Para instalarse y permanecer en La Moncloa Sánchez echó mano de la política de pactos por la que había perdido la confianza del Comité Federal del PSOE; había jurado que nunca más y ya ven.
En aquel momento difícil de su carrera política, los problemas le venían del partido, y lo que hizo, con evidente temeridad, fue acometer la reconquista desde abajo, empezando por la militancia. De esta forma dejó a los dirigentes históricos fuera de juego. En la presente encrucijada, no menos complicada después de la contundente derrota en los Ayuntamientos y Comunidades, ha llegado a la conclusión de que lo que impide su reelección y destroza su imagen pública es el «antisanchismo», aireado constantemente por los medios de comunicación. Así que lo mejor era coger el toro por los cuernos. Acudiría a los periódicos más críticos, a los programas de televisión más reaccionarios y populares y adonde hiciera falta para acabar con esa funesta campaña y convencer a todos de que él es humano y no miente, sino que a veces las circunstancias le obligan a cambiar de opinión.
Los observadores más ecuánimes y los «barones» del partido andan diciendo que su presencia en la campaña electoral no suma sino que resta votos al PSOE. El público le grita: «¡Que te vote Txapote!» Pues se van a enterar. ¡Fuera todos –ordena en un arrebato de furia y pundonor–, dejadme solo en la plaza con esos morlacos de la prensa y del dinero! No importa que la militancia ande reacia y no acabe de movilizarse para echar una mano en la faena decisiva. Basta con la cuadrilla de ministros de confianza y la muleta del BOE. Con trazas de maletilla valiente, busca otra oportunidad y sueña con recuperar el favor del público; pero se le ve triste, despechado y solo.
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