Opinión

«De Maria, numquam satis»

«De Maria, numquam satis»: Esta frase latina forma parte destacada del capítulo sobre la Mariología, en el libro sobre la bimilenaria Historia de la Iglesia

«De Maria, numquam satis»: Esta frase latina forma parte destacada del capítulo sobre la Mariología, en el libro sobre la bimilenaria Historia de la Iglesia. Su acepción más conocida es «De María nunca sabremos lo suficiente», siendo algunas otras, «De María nunca agotaremos las alabanzas», «Nunca diremos suficiente», etc. Son diferentes formas de acercarnos a la criatura humana de la Virgen María, como Hija predilecta de Dios Padre, Madre de Dios Hijo, y esposa mística de Dios Espíritu Santo. Desde figuras tan relevantes como San Bernardo de Claraval y san Luis María Grignion de Montfort –con su tratado sobre «La verdadera devoción a María»– reconocidos devotos y apologetas de la Virgen, hasta escritores diversos como el mismo Gonzalo de Berceo, es innumerable la cantidad de obras y autores que glosan esa frase latina. Las letanías «lauretanas»– por referencia a Loreto, la localidad italiana donde se encuentra la casa de la Virgen de Nazaret, y que se recitan tras el rezo del Rosario, son títulos de honor que, como invocaciones a su singular dignidad y poderosa intercesión, los Papas han ido incorporando a lo largo de la Historia. En particular, una de ellas es la de «Regina pacis», «Reina de la Paz» que fue incorporada por el Papa Benedicto XV el 5 de mayo de 1917. En aquel tiempo, Europa y todo el mundo atravesaba una dramática situación por la comenzada en 1914 y que no parecía tener fin, contándose por millones las bajas causadas en los campos de batalla y en las ciudades de la retaguardia. Ante esa situación, el Papa se dirigió a la Iglesia y a toda la humanidad para que se dirigieran insistentes plegarias a quien es la «omnipotencia suplicante», rogándole por el fin de la guerra como la «Reina de la Paz». Ocho días después, el 13 de mayo, la Virgen venía a la pequeña aldea portuguesa de Fátima, pidiendo oración y penitencia para acabar con la guerra porque «las guerras son consecuencia de los pecados de los hombres». El 13 de julio varias mujeres le dijeron a Lucía que trasladara a la «Señora» el ruego de que acabara la guerra –en la que desde el año anterior 1916 participaba Portugal– y en la que sus maridos, hijos, y hermanos, morían en las trincheras. Lucía trasladó esa petición preguntando «cuándo acabaría» y Ella contestó que «ésta acabaría pronto» pero que si no había conversión vendría «una guerra mayor», que sería la Segunda Guerra Mundial. Efectivamente, el año siguiente 1918 Alemania capitulaba. No habría ni conversión, ni la Consagración que supletoriamente pidió. Y en 1939 comenzará la Segunda Guerra Mundial.