La situación
Moncloa contra todos
«La duda es si podrá contener eternamente toda la indignación que genera»
El diputado conservador británico Winston Churchill trataba de ofrecer a sus colegas de la Cámara de los Comunes una de sus brillantes exposiciones, cargadas de retórica inteligente y, a veces, inmisericorde. Churchill, impelido por el discurso de un adversario, recomendó a «su señoría que no genere más indignación de la que pueda contener». La indignación de una parte de la sociedad suele ser un elemento inevitable en cualquier país democrático. Siempre hay un sector que se indigna con las cosas que pasan y con aquellos a quienes responsabiliza de que pasen.
Pedro Sánchez alcanzó el poder en la moción de censura de 2018 porque entendió que había suficientes indignados con los casos de corrupción del PP como para conformar una masa crítica parlamentaria para dar un vuelco a la situación política, aunque el PSOE solo tuviera entonces 84 diputados. Sánchez acertó.
Ahora, cinco años y medio después, el presidente ha solidificado su poder, precisamente, sobre el fundamento de que seguirá gobernando sí, y solo sí, la política española sigue siendo un campo de batalla, en el que Moncloa haga las veces de castillo amurallado para enfrentarse con todos, todo el tiempo.
En los últimos días, Sánchez y sus pretorianos han disparado contra cualquiera que se moviera: medios, jueces, la oposición (obviamente)… Y esta vez, se ha añadido a la lista de damnificados la (casi) única voz que desafina en el coro socialista: Emiliano García Page.
Una de las verdades universales, aceptada por todos los estrategas militares, es que no conviene batallar a la vez en varios frentes, porque no suele haber armas ni soldados suficientes para vencer o, simplemente, contener a tantos enemigos al mismo tiempo. Pero Sánchez sí se cree capaz. La confianza que tiene en sus fuerzas no decae, ni siquiera después de comprobar en el mes de julio que hubo otro líder al que votaron más españoles que a él.
Moncloa se ha instalado en el funambulismo sin red. Mañana lo comprobaremos de nuevo, cuando se vote la ley de amnistía en el Congreso. La duda es si podrá contener eternamente toda la indignación que genera, como advirtió Churchill.
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