Opinión

Con la mosca detrás de la oreja

Carmen Calvo no se atrevió ni a susurrar la menor crítica a las polémicas leyes podemitas del Gobierno

A la otra Montero (María Jesús) y el resbaloso Marlaska les dio ayer un ataque de risa mientras se debatía por enésima vez en el Congreso de los Diputados sobre la “ley del sólo sí es sí”. Al menos eso es lo que captaron las cámaras. Montero y Marlaska a mandíbula partida no sabemos si por el bodrio de ley, por lo que decía la portavoz opositora, por los casi 600 los delincuentes sexuales beneficiados, o por las mujeres que han sido perjudicadas por la legislación podemita. Llevamos ya semanas hablando y escribiendo sobre semejante esperpento, y se ve que nos quedan muchas más, habida cuenta de las posiciones enfrentadas que, a día de hoy, persisten dentro del gobierno. Aunque a la hora de la verdad sólo se reafirman en lo legislado las moradas. Irene Montero defendió ante una descafeinada misión del Parlamento europeo que ellas han hecho una ley maravillosa, sin defecto alguno, que si está teniendo algún efecto indeseado, cosa que dudan, es porque España está llena de jueces machistas que quieren perjudicar a las mujeres y favorecer a los hombres. Jueces que deberían ser expulsados de la Judicatura por no saber interpretar el pensamiento de ellas. Jueces del PP y de Vox, pese a que muchos son de Jueces para la Democracia, o sea, socialistas.

Claro que ni siquiera Carmen Calvo, tan valiente detrás de las cámaras, se atrevió a susurrar la menor crítica en su reunión con las comisionadas. A Calvo se le fue la fuerza en la tramitación. Ahora es incapaz de criticar lo que se supone que critica. Una actitud medrosa, dicen en el PP, que delata la personalidad real de la antigua vicepresidenta, exponente de un feminismo de bodeguilla que se esconde a la hora de votar o figurar. Calvo va de osada, pero se ha comido la Ley Trans pese a detestarla. Pese a hablar lo peor de ella en los corrillos. Pese a sugerir que debería ser tumbada por el TC cuando corresponda. Todo muy coherente. En vez de votar no, como correspondía, doña Carmen se abstuvo, no fuese a ser que votando ¨no¨ llamase demasiado la atención de Sánchez.

Como en su día Guerra, don Alfonso. No tuvo el valor de denunciar la desigualdad que consagraba la ley de violencia contra las mujeres, y se tumbó a esperar a que el TC desintegrara lo que ni su partido, ni en el PP, son capaces de defender. O sea, que como todos los españoles, seamos hombre o mujer, católicos o musulmanes, negros o blancos, somos iguales ante la ley, no puede haber diferencia de trato legislativo por cuestión de género. No debería, al menos. Claro que el TC también es sensible a las presiones, y sus señorías resolvieron que sí es legal que se condene más a un hombre que a una mujer pese a cometer el mismo delito. Algo inconstitucional, que sus señorías constitucionalistas dijeron era “constitucional” para no tener que enfrentarse a los políticos. Y se quedaron tan tranquilos. E igual que Carmen Calvo, las demás feministas del PSOE: todas enrabietadas contra Montero-sí, pero calladas como puertas a la hora de votar contra el podemismo transgénero. En EE UU, Gran Bretaña, Suecia y Finlandia, los países más avanzados en «tratamientos de género», piden ya «una moratoria» en las terapias hormonales aplicadas a los jóvenes con disforia. En 15 años, EE UU pasó de no tener clínicas de género a contar con más de 100. En 2022, Inglaterra anunció que cerraría la única de género juvenil del país, después de que una investigación revelara prácticas de mala calidad. Suecia y Finlandia han echado el freno por los peligros de irreversibilidad que conllevan tales terapias a edades inmaduras.

La misión parlamentaria que nos ha visitado anda con la mosca detrás de la oreja, pero hace oídos sordos a una polémica legislación, más «avanzada» en cuanto a «tratamientos», que ninguna otra en la Unión Europea.