
A pesar del...
El nadador económico
La clave es el propio protagonista, porque el relato va descubriendo dos facetas suyas: el egoísmo y la negación de la realidad
Rafa Latorre, director de La Brújula de Onda Cero, me sugirió repasar El nadador para mi sección sobre Literatura y Economía. El célebre relato del escritor estadounidense John Cheever, publicado en 1964 y llevado al cine cuatro años más tarde por Frank Perry, con Burt Lancaster como protagonista, tiene efectivamente una clara dimensión económica. The Swimmer se convirtió en la obra más conocida, aplaudida y estudiada de Cheever. Y la única que tuvo una versión cinematográfica.
Todo gira en torno a la aventura con tonos mitológicos de Neddy Merrill, un hombre de mediana edad a quien se le ocurre regresar a su casa nadando en las piscinas de una docena de sus vecinos en un idílico lugar en el condado de Westchester, cerca de Nueva York.
Inicialmente, todo parece feliz y perfecto, pero poco a poco vamos comprendiendo que no es así, hasta un inquietante final que no desvelaré. Pero no sorprenderá que el relato se abra con un sol que brilla bajo un cielo azul resplandeciente de final del verano, y se cierre con un desapacible, nublado y lluvioso otoño. El propio Merrill, fuerte y atlético al principio, va debilitándose a lo largo de su odisea.
Se ha dicho que El nadador cuestiona la relación entre riqueza y felicidad en el acaudalado pero hipócrita Estados Unidos suburbano. Y algo de eso hay, sin duda, como se ve en la superficialidad de algunos personajes, y en la cantidad excesiva de alcohol que muchos de ellos consumen. Pero sería arriesgado considerar que estamos ante una crítica al capitalismo. Y no solo por la absurda pareja de ancianos nudistas que se declaran comunistas.
La clave es el propio protagonista, porque el relato va descubriendo dos facetas suyas: el egoísmo y la negación de la realidad.
Merrill, en efecto, no empatiza con la gente, no recuerda sus dificultades o enfermedades, y todo indica que solo busca el placer inmediato con las mujeres. Hablando de mujeres, también vamos sabiendo que tanto él como Lucinda, su mujer, fueron desdeñosos y condescendientes con sus vecinos.
También aparecen problemas económicos, sobre los cuales Ned Merrill no parece tener ninguna conciencia.
Evidentemente, ignorar la realidad es una peligrosa estrategia, también en economía. Y si encima maltratamos al prójimo, entonces es probable que no encontremos la felicidad y la prosperidad en Ítaca. Si es que llegamos.
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